Victoria Francia, una joven artista con extraordinario oficio
La artista vallisoletana firma un excelente proyecto, 'De espaldas al mar', sólo al alcance de una pintora de raza, consciente de lo que hace y de cómo quiere hacerlo
La muestra puede visitarse en el Palacio de las Pilas de Zahara de los Atunes
Pasión y entusiasmo por lo artístico
Siempre he tenido la máxima consideración hacia las instituciones que apuestan por la creación artística de los más jóvenes; por aquellos jóvenes que tengan criterios, no por aquellos aficionadetes, con ínfulas que llegan creyéndoselo todo y, por lo general, vacíos de casi todo, menos de una poderosísima carga de cara dura. Por eso, los ayuntamientos, cabildos, diputaciones, fundaciones, bancos y demás entes públicos y privados deben tener la cosas claras, estar bien asesorados y no sucumbir a las espurias exigencias de los populismos y populistas que consideran que cualquiera que pinten burdos trazos coloristas con plantillas preparadas, que escriban consignas, más o menos, simpáticas, que abusen de empatías curiosas con diseños de pobre factura y simplezas conceptuales o modernitos dibujos de rancia procedencia y total desconocimiento para ser tatuados en carnes prietas o de añosas abundancias –hoy parece que dejar limpia la piel de ocurrencias tatuadas es de ultramontanos espíritus– son, poco menos, que excelsos héroes del olimpo artístico.
Se ha de tener una conciencia artística clara porque todo no es bueno y todo no sirve para capitalizar argumentos. Apostemos, con descaro, por la creación de los jóvenes; pero con la buena creación, aquella que dice y consigue atrapar; no con la otra que llena de vacíos esquemas los soportes y argumentan episodios de escasa enjundia creativa. La creación artística joven ha de interesar desde un principio y debe ser apoyada desde las instancias más proclives a la cultura de verdad. Las instituciones públicas hinchan el pecho anunciando sus apuestas descaradas hacia los que empiezan y luego todo se reduce a simples concursitos de pintura rápida, dominados, casi siempre, por unos vociferantes y erráticos personajes que son reacios a admitir a los que no pertenezcan a tan impositivas comunidades. Se echan de menos verdaderos y conscientes apoyos a jóvenes que realmente se lo merezcan.
Victoria Francia Lago es una jovensísima estudiante de Valladolid que, recientemente, ha terminado su Grado en Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid. No es una licenciada cualquiera salida de las aulas universitarias sino que ya se ha visto en espacios artísticos de cierta importancia. Sólo hemos tenido la oportunidad de ver muy pocas cosas de su actividad; sólo la excelente obra que conforma el proyecto que se presenta en la playa de Atlanterra. Pero en las pocas manifestaciones que hemos observador nos encontramos con una pintora de raza, sabedora de lo que tiene entre manos; consciente de lo que hace y cómo quiere hacerlo.
Tiene un extraordinario oficio, bien constituido y sabiamente asimilado. Esto se observa en las obras florales que acompañan el trabajo, en sus personajes extraídos de ese entorno que le sirve para introducirse en la esencia de la tierra, pero también en las maneras de abocetar, en los sutiles planteamientos de los esquemas conformantes y, sobre todo, en el domino del paisaje a través de un dibujo sobrio, justo y determinante. Por todo ello, no estamos ante una joven que llega a esto con pocos argumentos creativos. Todo lo contrario, está bien preparada para afrontar cualquier situación. Además sabe lo que hace porque se ha preparado concienzudamente viendo la obra de los mejores en estos temas; referentes que le ha proporcionado madurez, serenidad y sobre todo mucha sensatez para afrontar una pintura que se nos antoja tremendamente consciente. Varias evocaciones pictóricas que la llevan a tener cerca obras de los grandes, de los de ayer y de los de hoy – Hockney, Sorolla, Carmen Laffón o los más cercanos como David Maldonado, Eduardo Millán, Nano Permartín, Irene Cuadrado, Pepe Baena David Vargas, entre otros-.
Victoria Francia muy implicada con la zona, con ese Zahara espectacular, de horizontes límpidos y luces vibrantes, se introduce en toda la esencia de esa tierra que es, infinitamente más, que lo que el turismo y sus infinitas y complejas circunstancias suscriben. Ella realiza un proyecto que es tanto un desarrollo artístico de un trabajo de Fin de Carrera como un un estudio sistemático de una realidad existencial, social y, si se quiere, antropológica. Todo parte de una frase, “Aquí antes se vivía de cara al mar”, que forma parte de la memoria colectiva de la zona. Ella pinta la esencia más íntima de Zahara de los Atunes. No se recrea en ese mar impactante e inquietante. Ese está ahí, no hay más que verlo y gozarlo. A ella le interesa, sin embargo, la realidad social de la gente, la sustancia generadora que hace vivir al pueblo, sus gente, su fauna; aquello que está de espaldas a ese mar que lo protagoniza todo.
Zahara es el paisaje, son las flores, la pesca de almadraba, las buganvillas espectaculares, los lirios de mar, los ondulantes oteros, los bunkers abandonados; son los eternos visitantes que no se van, es Curro con su sempiterna sonrisa. Todo esto es la vida de Victoria Patricia, su pintura, su esencia, sus recuerdos que se llevará a Valladolid o a Madrid o donde ejerza su contundente pintura. En De espaldas al mar no está nadie, está la envolvente e inexorable vida que transforma lo que Zahara ha sido tradicionalmente. Ella ha pintado una extensísima obra, un gigantesco mural, de espaldas al mar, que es la realidad misma de una existencia. Al mismo tiempo ofrece una exposición en el Palacio de la Pilas de Zahara. En todo ello se nos demarca como una pintora valiente, sin exigencias, en plena juventud formativa, dominando técnicas, modos y maneras. Sin dar la espalda –nunca mejor dicho– a cualquier situación creativa; formulando lenguajes que provienen de la gran pintura de siempre pero, al mismo tiempo, dejando que ellos admitan infinitas circunstancias, las sociales, las personales, las étnicas, las geográficas, las zoológicas, las antropológicas... Todo, en definitiva, un tratado experiencial que nos lleva ante la obra y sus consecuencias conceptuales de una artista joven que tiene un camino seguro en este circo inquietante del arte contemporáneo.
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