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La vida idílica gracias a José Tomás

'Idílico', el toro indultado por José Tomás el pasado domingo en la plaza de Barcelona, llegó ayer a Naveros tras un largo viaje desde la ciudad condal, que ha superado, y continúa sus curas en la ganadería

El toro 'Idílico', indultado por José Tomás en la plaza de Barcelona, en el cerrado de 'El Grullo' donde permanecerá mientras se cura, arropado por añojos y erales a modo de madrinas.
Francisco Orgambides / Vejer

28 de septiembre 2008 - 05:00

"El Grullo" es un edén a primeras horas de la fresca mañana. Luce un sol que entibia las humedades de la noche. Los toros reburdean en los cerrados como dándose los buenos días. Se oye la tropa de mansos, campaneando alegres las esquilas. Vuelve un toro a casa.

Un día alegre en "El Grullo", la finca ganadera de Joaquín Núñez del Cuvillo. Vuelve otro toro indultado, que en esta vacada han sido muchos. Pero éste en plaza de primera y además por una metafigura del toreo. Todo un acontecimiento. Parece que lo saben las perdices, que hurgan traviesas por los comederos, y también las tórtolas, con su constante zureo.

El ganadero Álvaro Núñez Benjumea está preocupado. El viaje desde Barcelona es muy largo, se trata de un toro lesionado y el viaje en una jaula es duro. A Álvaro le dolió muchísimo que de los últimos toros indultados en casa, dos de ellos murieran en el campo. Además, como es lógico, "Idílico" viene muy débil, con cien kilos menos que su peso medio.

Álvaro quiere ver beber al toro y ordena que limpien el pilón. Que el toro beba sin escrúpulos la fresca y clara agua de los pozos de "El Grullo". Las nueve de la mañana, llega el camión tras el largo viaje desde Barcelona. Ya está el toro en casa. Primero bajan los dos sobreros. El toro indultado retrasó su vuelta a casa y han permanecido una semana en los corrales de la Monumental de Barcelona. "Idílico" no podía viajar en los primeros días, además de que estaba muy débil, hubiera sido una locura. Pero para la cura, nada mejor que los cerrados y aires que ha conocido en sus cuatro años de regalada vida en esta cuidada finca.

Bajan los dos sobreros y por fin asoma "Idílico", que conserva el aire desafiante de un campeón de la lidia pese a que su trapío se resiente por los cien quilos que ha perdido. Álvaro Núñez comprueba preocupado que el toro pasa por el pilón sin tomar agua, aunque ve alegría en el aire del toro en el desembarque y se tranquiliza. La preocupación no cesa. De inmediato el toro pasa al trágala para las curas con el experto equipo veterinario que dirige Vicente Peña. "Idílico" se deja curar y desinfectar las heridas de los dos puyazos que recibió y las banderillas. Algunas están cerradas, pero los puyazos no. Hay que sanear cortando y desinfectar, además de administrar antibióticos al bravo animal que con José Tomás llevó al delirio a la afición de Barcelona, mostrando la verdadera grandeza de un espectáculo, el toreo, que carece de partitura.

La parada de bueyes de la casa se lleva a "Idílico" a un cerrado con añojos y erales a modo de madrinas que calmen su estrés. De pronto le llega el soplo del aroma de las vacas, levanta el hocico y se relame. Pronto vendrá el descanso del guerrero y una vida padreando tropas de complacientes becerras. De momento hay que curarse y basta el con aroma.

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