Un yacimiento perdido en el tiempo
Los trabajos en este potente yacimiento de época fenicia arcaica se basan en su conservación, a la espera de un plan director que defina su futuro.
Desde lo alto del promontorio donde se erige la Torre de Doña Blanca, en pleno centro de la Bahía de Cádiz, entre la Sierra de San Cristóbal y una extensa llanura serpenteada a lo lejos por el río Guadalete, los fenicios -solos o de la mano de los indígenas- asentaron sus vidas y costumbres. Se posicionaron estratégicamente para dominar visualmente el terreno por tierra y mar, con Gadir de frente, y nos legaron uno de los enclaves más importantes de la provincia de época fenicia arcaica. Un recorrido abierto al público desde 2002, en pleno paraje natural, demasiado elemental en su museografía, preñado de historia e incluso leyendas, pero algo perdido en el tiempo. Con un esplendoroso pasado que ya queda lejano -sin actividad arqueológica desde los 90-, un presente muy estático y sin proyectos ambiciosos de cara al futuro. Así se presenta el yacimiento arqueológico de Doña Blanca, en cuyo recorrido guía a Diario de Cádiz el arqueólogo y director del ayacimiento Francisco Alarcón.
El trayecto circular en torno a esta colina de tierra formada por la mano del hombre y la natural -denominada Tell y que ha alcanzado los 9 metros-, es el mismo de sus inicios. Poco ha evolucionado en medios -con escasos paneles- y nuevos tramos por descubrir del enclave arqueológico declarado BIC junto a todo su entorno -dos millones de metros cuadrados en total-, con otros yacimientos de vital importancia en puntos donde alcanza la vista a lo lejos, pero que no son visitables . En concreto, el circuito abierto lo integran alrededor de siete hectáreas, donde se encontraron restos desde la fase tardía de la Edad de Cobre, pasando por construcciones urbanas del siglo VIII a.C., al siglo III y IV a.C., y restos de fortificaciones de varias épocas.
Un terreno de gran potencial que, sin embargo y por el momento, sólo aspira a mantenerse, tal y como explica Francisco Alarcón: "El objetivo principal es la conservación de lo que tenemos, que es complicado por las características de las construcciones fenicias, de piedra y arena, y las inclemencias meteorológicas a las que están sometidos los hallazgos".
Así que nada de nuevas excavaciones, salvo si termina de cerrarse el nuevo plan director que hace tres años se retomó, gracias a una inyección económica que no fue suficiente para su conclusión. Otros de los sorprendentes motivos de la falta de actividad arqueológica es "porque aún no tenemos la memoria definitiva de las excavaciones realizadas hasta el momento", explica Francisco Alarcón. El equipo de arqueólogos liderado por el Catedrático de Historia Diego Ruiz Mata ha realizado varias intervenciones sobre el terreno desde el año 1979 hasta 1995, de las que hay constancia por textos, publicaciones e incluso tesis, pero no por la vía oficial. "El yacimiento es el que demanda por dónde debe seguir ofreciendo información. Y es fundamental contar con las memorias de las excavaciones anteriores para seguir avanzando", explica Alarcón.
Mientras esto no ocurra y no se inyecten más recursos para concluir este documento que "define las actividades a realizar en todos los frentes", Doña Blanca continuará perdido en el tiempo.
el circuito
Doña Blanca yace completamente a la intemperie, salvo en el primero de los puntos de visita, muy cerquita de la denominada Torre de Doña Blanca, casi el único referente visual en la llegada por carretera, pues el monolito informativo de la Junta de Andalucía está pegado a la puerta, con escasa visualización. En este primer apartado del recorrido se observa el corte estratigráfico del enclave, techado por una estructura de ladrillo visto, demasiado rudimentaria en su presentación. En el año 79 se realizaron estos primeros trabajos arqueológicos en profundidad, con el fin de establecer la secuencia crono-histórica del yacimiento, y donde se puede ver la superposición de construcciones, alcanzándose 9 metros de profundidad. "La labor del arqueólogo es extraer las distintas capas pero en el orden inverso de lo depositado y extraer toda la información".
Esta zona está atravesada por una pasarela, bajo la que apenas se distingue "una estructura completa", salvo tramos de muros del siglo VIII a.C., de murallas y restos del VI y III a.C. Justo este siglo fue abandonado y entre las hipótesis que se barajan están "las guerras púnicas en la que las tropas romanas arrasaron en terreno" o, quizás, "por la pérdida de posibilidades portuarias, lo que llevaron a este abandono". La ocupación fue ininterrumpida en estos cinco siglos (Del VIII al III A.C.) en los que la ciudad sufrió varias remodelaciones urbanísticas, como la construcción de dos murallas, aparte de una primera construida en el VIII a.C.
El yacimiento fue ocupado de nuevo en Época Medieval Islámica, cuando se estableció una alquería almohade, de la que también quedan restos. Por último, en el XIX se reconstruyó la torre de Doña Blanca. La tradición popular dice que fue el lugar donde sufrió prisión doña Blanca de Borbón en 1361, si bien, otros estudios apuntan a que se trataba de una ermita del XVI.
Un enclave "en el que prima la visión en su conjunto, de ahí la importancia de hacer la visita con la guía -de miércoles a domingo-, que puede responder a todas las dudas que vayan surgiendo", comenta el arqueólogo sobre esta superposición de estructuras.
El circuito continúa hacia la otra cara del yacimiento, para lo que hay que pasar por las instalaciones compuestas de sala de actos, oficinas y talleres de Doña Blanca, que se sitúan en una antigua vaquería que fue habilitada sólo en su interior. En una de sus salas puede verse un completo audiovisual que ilustra bien la historia del yacimiento.
En éste se habla de las dos zonas de viviendas diferenciadas del siglo IV y III a.C., que ha permitido saber del urbanismo de la época, como que se organizan en manzanas regulares a los lados de calles amplias. También apareció aquí restos de un lagar. El otro foco de viviendas es de época arcaica, el barrio antiguo, del VIII a.C., ubicada en extramuros de la ciudad. "Hasta que apareció Gadir esto era la joya de la corona, eran únicas", puntualiza de esta zona con viviendas donde se observan hornos de pan, techados también de forma rudimentaria.
Cuenta Alarcón que todavía se desconoce si en este poblado vivían "indígenas, fenicios o bien juntos. Hay que tener en cuenta que había un yacimiento de la Edad de Bronce que se abandonó justo antes del inicio de éste".
También hay evidencia del sistema constructivo de la muralla en distintas fases. La arcaica, del VIII a.C., con perfiles de hasta ocho metros de altura -de los que se ven cinco- y ante la que se observa el foso, se conoce una pequeña parte, y es uno de "los puntos más complicados de conservar". Desde Doña Blanca se difunde la relevancia de su necrópolis, al otro lado de la carretera, en la falda de la Sierra de San Cristóbal, ya tapada y no visitable. Aquí se excavó un túmulo de unos 20 metros de diámetro, con una zona central ocupada por el ustrinum, "donde se hacía la cremación de los cadáveres", en torno al que se dispusieron 63 enterramientos de distinta tipología. "Algunos son de tipo indígenas, pero luego se oberva el cambio de mentalidad hacia el tipo de enterramiento fenicio". Un potente enclave que puede aspirar a más, en todos sus frentes, para de una vez salir del bucle temporal donde entró hace tiempo.
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