El parqué
Jaime Sicilia
Siguen las caídas
Esa calle era siempre una de mis preferidas, 24 de septiembre de 1810. Un calle bonita de verdad. Hacía referencia y honraba a la ciudad de esa fecha, de ese año crucial. Vivían asediados los cañaíllas de entonces por el más temible ejército europeo de su tiempo. En caso de entrar, de cruzar el puente de Zuazo, a saber si hubieran pasado a cuchillo a la población. Era la resistencia de la Nación, la última resistencia del Reino de España, ocupado y mancillado por los napoleónicos. Nunca comprenderé la veneración de la nación vecina por Napoleón, un verdadero genocida, un militar surgido de la Revolución que acabó coronándose Emperador y repartiendo los viejos reinos de Europa entre sus hermanos y generales, entre ellos el de España; sembrado de cadáveres y vejaciones el territorio. Misterios. Pero como cantan los flamencos "Baluarte invencible, Isla de León, por donde no pasó el coloso Napoleón Bonaparte". La Historia es obstinada. Las fuerzas francesas no pudieron vencer la resistencia en los predios del Puente de Zuazo ni en la playa de la Barrosa. Pasaron los meses y allí tuvieron que instalarse, en la marisma, sometidos al buen tino de la fusilería y la artillería españolas. Puerto Real y el Puerto de Santa María eran las ciudades ocupadas por las tropas enemigas. Mártires. Hay una gran historia en aquellos días, especialmente en el que se celebra cada año, la fecha de apertura de las Cortes de la Nación, en donde se acabaría redactando y aprobando una Constitución que establecía que "El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen" (Art. 14) Ganamos aquella guerra horrible pero no hemos sabido ganar la paz, la conmemoración -que es recordar juntos- y el orgullo. Pese a que cada año llamamos a la puerta y los gobiernos locales se adhieren a una celebración que quieren por todo lo alto. ¿Pero la población sabe qué fue 1810? ¿Los jóvenes pueden identificarse con aquellos días gloriosos? ¿Las jóvenes han mirado con los ojos de la imaginación las calles de aquella Isla, asediada y defendida por el vigor de aquella España? Es una gran responsabilidad de los gobernantes que aunque hacen mucho no hacen nada comparado con lo que deberían hacer si tuvieran en las venas la mitad del patriotismo de los defensores de la Isla de 1810, de la España que redactaba una constitución de libertad, de verdadero progreso y futuro. Primero en la Teatro de las Cortes de la Real Isla de León y luego en el Oratorio de San Felipe Neri de Cádiz. Un año más sigue sin uso, sin estrategia, sin dirección El Real Carenero y las defensas de la Isla. Es sólo una muestra
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