Eva Bravo Barco

Abascal y Casado, más trumpistas que Trump

Tribuna Libre

08 de enero 2021 - 07:00

El día 6 de enero de 2021 será recordado como el día en el que manifestantes partidarios del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, asaltaron por la fuerza el Capitolio en un intento desesperado por secuestrar la Democracia estadounidense.

La irresponsabilidad del todavía presidente, alentando a las masas, insistiendo en su idea conspirativa del fraude electoral, y sus arengas en contra del mismo sistema democrático que le otorgó el poder, son causa directa de la espiral de violencia que se ha vivido estos días, con un saldo de 4 muertos y decenas de heridos de diversa consideración. La imagen de la república estadounidense ha quedado seriamente dañada, y la sensación de vacío de poder e inestabilidad viene a ahondar en la crisis política y de identidad de la que durante muchas décadas ha sido la única superpotencia del Mundo.

Los mensajes del todavía presidente no resultan desconocidos aquí en Europa: niega la legitimidad del nuevo mandatario, Joe Biden, y socava directamente el sistema democrático, subrayando que el nuevo gobierno es fruto de un fraude que le ha robado su derecho a seguir gobernando.

En otras palabras, los votos de los estadounidenses no valen, no sirven, no son válidos, en caso de que tras su recuento se concluya que el presidente Trump ha perdido las lecciones. Solo los votos otorgados a Donald Trump son válidos. Los demás votos, según Trump, son fruto de una estafa electoral.

Y todo el mundo, según Trump, está equivocado: los jueces que no le han dado la razón; la prensa que, al proclamar a Biden como nuevo presidente electo, está comunicando una noticia falsa; los congresistas y senadores de su propio partido, que le han abandonado. Todo es fruto de una enorme conspiración, según el presidente.

Recuerda Trump, en algunos aspectos, a ciertos dirigentes europeos que se han empeñado en socavar el sistema democrático e institucional de la Unión Europea. Recuerda a la deriva autoritaria de Viktor Orbán, el presidente ultraconservador de Hungría, que ha ido trasformando poco a poco su país con una serie de leyes que cuestionan e incluso erosionan los principios y valores sobre los que se fundó la Unión Europea. Recuerda al ya desaparecido Salvini, que alentó abiertamente el racismo en Italia. Recuerda también a los partidarios del Brexit del Reino Unido, que apostaron de forma equivocada por el aislacionismo, y por imponer muros, aduanas y fronteras. Recuerda también a la extrema derecha alemana, que ataca abiertamente a la Unión Europea y a sus instituciones democráticas. Recuerda en algunos aspectos también a Le Pen, en Francia, y a otros muchos dirigentes y líderes europeos que poco a poco han ido ganando terreno con sus recetas de populismo, aislacionismo, y críticas al sistema democrático.

Y por supuesto, recuerda a la escisión del PP en España -Vox-, y al propio PP también, cuando Casado compra los discursos al ex popular Abascal, en la disparatada carrera de la derecha española para ver quien es más trumpista que el propio Trump. Las acusaciones mensajes que el actual Gobierno de España recibió justo hace un año, cuando Sánchez fue investido presidente, fueron similares: este gobierno es ilegítimo, no es fruto de la voluntad popular soberana, es fruto de un fraude y de un error del sistema democrático. Los votos de la investidura de Sánchez no son válidos, son fruto de una conspiración en contra del país.

De nada sirve que el Gobierno de Sánchez haya sido masivamente votado por la ciudadanía española. De nada sirve el detalle de que el presidente Sánchez ha ganado las últimas 4 elecciones generales, autonómicas y europeas. Esos son detalles sin importancia, errores del sistema, noticias falsas. Lo importante para Abascal y Casado es que este es un gobierno ilegítimo, porque sí, porque aunque tenga la legitimidad democrática santificada en las urnas, es ilegitimo y punto. Es el pensamiento trumpista en estado puro: si la realidad no es como yo quiero que sea, es que la realidad está equivocada.

Recuerdo que hace un año, cuando acudí como diputada al Congreso, a votar al presidente Sánchez, fui amenazada por los extremistas de la ultraderecha. No solo fui amenazada yo, fueron amenazados decenas de diputados. Nos acusaban de traidores, y nos aseguraban un futuro negro en política y en la vida si certificábamos en el Congreso la evidente victoria electoral del presidente Sánchez.

He de decir que todos estos políticos europeos que arengan así a sus radicales partidarios son meras sucursales de Trump en Europa. Y como él, llevan larvada la semilla del autoritarismo en su interior. No aceptan perder el poder, no aceptan que el pueblo les pueda retirar su confianza. Cuando esto ocurre, como le pasó a Zapatero, es porque la malvada izquierda ha corrompido el sistema. A la derecha española, la peor derecha de Europa, solo le falta decir que fue en Ferraz dónde se fabricó la bomba del 11M, en el mismo laboratorio donde Sánchez ha fabricado ahora el coronavirus. Que los españoles los desalojen del poder con su voto democrático es un detalle insignificante: la única verdad es que la pérfida izquierda solo gana las elecciones usando estas técnicas fraudulentas. Es la conspiranoia permanente, un trumpismo errante, que se paseó en pleno confinamiento en descapotables. Es la política de los muros, la política de ‘la culpa es del pobre, del inmigrante, del diferente, del sistema, de las televisiones, de la prensa, de los malvados jueces que metieron a Rato en la cárcel’.

Y con estos aprendices de Trump tenemos que lidiar en mitad de una pandemia terrible que ha provocado una crisis sanitaria y económica de proporciones inabarcables. Esta clase de dirigente compite para ver quien es más trumpista que Trump. Pero, al igual que pasará en Estados Unidos, aquí en Europa superaremos este trance histórico. Lo haremos juntos. Y lo haremos defendiendo con uñas y dientes nuestra Constitución y nuestra Democracia.

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