Enrique Montiel
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La Real Academia de San Romualdo es una corporación que cuida la cultura y la excelencia. Y se me hace tan querida, como académico, por la cantidad y calidad de los miembros que la integran. Pero existen y existieron academias desde in illo tempore. La academia más antigua del mundo, es la Academia de la Crusca, en términos de lingüística, la Accademia della Crusca tiene la función de estudiar e investigar el idioma italiano en vez de regularlo, a diferencia de la Académie Française, la cual tiene el propósito de crear y establecer reglas gramaticales para el idioma francés. Y como la Real Academia Española, mucho más moderna.
Existieron academias sobre todo en los siglos de Oro. Una de las primeras asentadas fue la Academia de Ingenios en el Buen Retiro, de la que Luis Vélez de Guevara fue presidente; la Academia de los Ociosos, en Zaragoza, donde los académicos eran denominados frates amantísimos y quienes lingüísticamente investigaron el lenguaje de armas y milicias.
La Academia Selvage, o El Parnaso, do se tiene noticia por escritos de Lope de Vega al Duque de Sessa y donde consta una satírica mención a Cervantes. "Yo leí unos versos con unos anteojos de Cervantes, que parecían huevos estrellados mal hechos". Esta Academia duró muy escaso tiempo. Parece ser que entre los asistentes litigaban con armas y bonetes cuando airados acababan, y es Lope el que cita los ingredientes de sus nóminas: Rige el principio absoluto de que aut vatem, aut fatuum nasci opportet; lo que, por él traducido libremente al romance de Castilla, quiere decir que el que hace coplas, o nace poeta o tonto. Otras muchas contiendas poéticas sobre sucesos regios se siguieron celebrando durante el resto de aquel siglo: de ellas dan testimonio la de Zaragoza a la muerte del príncipe Juan Pérez de Guzmán. Hubo una Academia Literaria en Cádiz que organizó en 1672 el Marqués de Jamaica a los días de la reina Dª Mariana, durante la minoría de Carlos II, a cuyo certamen concurrieron como ingenios poéticos el Duque de Veragua y su hermano D. Álvaro Colon de Portugal.
En Barcelona, cómo no, fijaos en el nombre, nace a primeros de junio 1700, proponiéndolo Don Pablo Ignacio de Dalmassez, y Ros y algunos Estudiosos de 1os que frecuentaban el salón de su gran librería. Se resolvió erigirla no sin desconfianza cada cual de sus talentos, dándole el nombre de los Desconfiados.
Pero siempre eran ingenios provenientes de clases privilegiadas y cultas. Quiero insistir sobre las prohibiciones a sus miembros, porque era tal la fama de satíricas que tenían las academias, que, en 1608, los estatutos de la aragonesa Pítima (ojo, borrachera, cogorza o emplasto) contra la ociosidad ordenan "que no se haya de traer sátira ni cosa que alegue murmuración, porque sería dar en el absurdo de que huimos". También las sátiras tuvieron que ver en el declinar de la Academia de los Anhelantes.
Quiero homenajear a la mía propia, presidida por el Excmo Sr. D. José Enrique de Benito Dorronzoro y a la de Argamasilla de Alba, nacida en el Quijote y de la que el presidente de la Real Academia Española señaló a Argamasilla como "gran referente mundial" de la figura de Don Quijote. La ilustrísima cervantista Doña Pilar Serrano de Menchén, preside actualmente dicha Academia, que cuenta con excelentísimos académicos. Y a las que les dedican tiempo, esfuerzo y estudios. A todos y todas mi ferviente y admirativo abrazo. Porque sólo la parte noble de la humanidad, las configura.
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