El Alambique
Belén Domínguez
El río que nos lleva
Estoy empezando a pensar que es mejor no dar demasiada difusión a los eventos que funcionan para evitar que se masifiquen. Entre encontrar buen ambiente y no poder dar un paso hay un abismo, el que va de disfrutar una salida a aborrecerla. Morir de éxito no me parece una meta que perseguir. Ya empieza a ser habitual encontrarse con restaurantes y bares pequeños que, cuando los felicitas por su servicio y su buen producto, piden a cambio que no los señales en las redes para no ponerse de moda. Intentan evitar que la masificación los atosigue y persiga, verse presionados por la gente hasta el punto de tener que dejar de hacer aquello que precisamente los distingue.
Este mes de abril, precisamente huyendo del macroevento motero de El Puerto en un caso, y del esperado alumbrado de la Feria de Jerez en otro, nos hemos visto sorprendidos por la preciosa celebración del Día del Jazz en Vejer y por la cercana Feria de Rota. No hemos podido disfrutar más.
La celebración musical, gratuita y variada en el centro de una población que rezuma belleza y simpatía por cada esquina presentaba una oferta de conciertos callejeros de swing, soul, bossanova, blues… El ambiente era inmejorable. Se podía pasear, tapear y, sobre todo, escuchar con un respeto merecido a quienes estaban tocando.
Por su parte, la Feria de Rota, con casetas amplias y muy bien atendidas, ofrecía un lugar acogedor para bailar y tapear sin tener que estar peleando por encontrar una silla libre o una mesa sin reservar.
Mientras tanto, quienes se han acercado a las ferias de Sevilla y Jerez, hablaban de momentos de colapso en los que no se podía ni pasear ni, por supuesto, encontrar un huequito libre donde meterse.
Y es que, cuando ponemos algo de moda, se crea una necesidad colectiva de ir, de contar que se ha ido, de tacharlo de la lista de “cosas que hay que hacer en la vida”. Sin embargo, así nos aborregamos y uniformamos. Nos apartamos de la ilusión de descubrir y hacemos que en el fondo todo se parezca porque tiene que acabar gustando a ese público tan amplio que lo quiere consumir. Se pierde lo auténtico, hay que producirlo a gran escala, exprimirlo para sacarle todo el partido… Masificarlo.
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