El Alambique
Libertad Paloma
Como en casa
Todo surgió como una sinergia, eso que los modernos llaman coworking. Una serie de empresarios con lazos en común, que realizan una visita guiada a una empresa puntera de la provincia donde se les enseña cómo es el proceso de fabricación de su producto y se les habla de su estrategia de desarrollo. Tras esto, comparten un almuerzo donde conectar y conocerse. Todo muy formal, muy empresarial. Pero nada que ver con la realidad.
Gran parte de la culpa la tuvo José Joaquín Barrios, Director comercial y de desarrollo de la empresa familiar Aromas de Medina, que nos acogió personalmente y se encargó de recibirnos, enseñarnos su hogar, la tierra de los amarguillos, las tortas pardas y los alfajores más internacionales que puedan existir. No sospechábamos lo que se encontraba en el interior de esas magníficas instalaciones sitas a la vera del Polígono de El Machorro, en las faldas de la bella Medina Sidonia, el lugar donde nació mi abuela Antonia.
Lo primero que pensé es que allí podría perfectamente celebrarse una boda, y Fequín -que es como llaman sus padres a nuestro maestro de ceremonias- me confirmó que alguna se había celebrado. Y alguna convención de partidos políticos. Tras dejar atrás una zona de cafetería y venta directa de productos que desgraciadamente sólo abre tres meses al año -de octubre a diciembre- accedimos a una larguísima escalera de caracol y nos adentramos en las instalaciones de Aromas, en el vientre de un imponente edificio construido en 1995, de arquitectura y estilo andalusíes; estancias de preciosismo pulcro y evocador.
Pensándolo bien, ese podría ser uno de los caracteres más representativos de la empresa de dulces tradicionales, la evocación: hacer regresar al cliente a su pasado, a la infancia, el lugar seguro. El método no deja lugar a duda: los recuerdos de nuestros buenos momentos pasados se asocian con el olfato y el gusto; de ahí el nombre empresarial. Cuando entramos en la sala de proyecciones audiovisuales para ver un magnífico vídeo-presentación de los orígenes de la empresa, contados por los fundadores -marido y mujer- y sus hijos -ingeniero y arquitecto-, ese aroma dulzón de Medina Sidonia que mezcla piñones y mazapán, matalahúva y ajonjolí, canela, nueces y frutos secos, nos embelesó. Fue acceder a aquella instancia y empezar a ensalivar, para qué engañarnos.
Luego nos llevó Fequín a una zona elevada donde asistimos desde una balaustrada a parte del proceso de fabricación de esos productos típicos que recorren España y EEUU, como estudiantes de medicina que observaran a venerables cirujanos operar a sus pacientes. Nos contó que Aromas trabaja en razón de campañas comerciales, mes a mes, durante todo el año. La semana que viene, de hecho, participarán en la Feria del Pan y el Dulce que el consistorio asidonense celebra cada año en la plaza del Ayuntamiento. Fue en ese momento cuando nos relajamos y le preguntamos mil y una dudas, tratando de terminar de entender cómo una empresa humilde surgida de un pueblo humilde había alcanzado magnitud internacional. La clave, estoy convencido, es la bondad. La gente buena y trabajadora acaba siempre triunfando. Así que brindo a la salud de Fequín, y de toda la gente que integra Aromas de Medina. Con uno de sus alfajores, claro está. Y todo mi agradecimiento.
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