Joaquín Benítez
Luces y sombras en navidad
Tengo la enorme fortuna de vivir en uno de los lugares más privilegiados de El Puerto de Santa María, entre la bajamar y la avenida de Menesteo, junto a la desembocadura del río Guadalete y a pocos pasos de la playa del pueblo, esa a la que se puede ir todavía andando, esa a la que cincuenta años atrás acudíamos las familias humildes de El Puerto con todos los avíos posibles para pasar un buen día de playa. La Puntilla siempre nos esperaba y nos recibía sonriente con sus arenas, con sus dunas, con sus mareas y con sus casetas rojas y blancas. Cosas mías.
Es precisamente esa playa tan cercana la que me hace reflexionar sobre huellas del pasado vivido, y la que da nombre a la barriada a la que me arrimé hace más de treinta años usurpando los terrenos de la antigua fábrica de botellas, junto al campo de la Gimnástica, y muy cerquita de los chalecitos de Calero, Bartolomé, Cepero y Ventura entre otros, amigos y profesores de varias generaciones de jóvenes portuenses.
Pero lo que verdaderamente en estos momentos me anima a comedir sobre la Barriada de la Playa, independientemente de su particular fisonomía y del recuerdo de las losas ya casi desaparecidas, representantes laudes a modo de escudo de armas de los gremios de la vid y de la pesca, son su gente.
Gente que quiere a su barrio, que lo cuidan como ese vecino que riega y cela cada día por los geranios que llevan años adornando la calle que da al parquecito infantil, ese que cada tarde y cada noche se llena de indeseables deslenguados que no van a parar hasta que logren tirarlo abajo. Gente como el señor mayor que se queja educadamente del poco caso que hace nuestra administración más cercana a los requerimientos vecinales, clamando por la palmera que se ha secado por falta de mantenimiento. O la vecina que se pregunta por las obras que tienen paralizada la normal actividad de la barriada y que no se sabe cuándo van a terminar.
El Puerto, sus calles, sus casas, sus gentes es el mayor patrimonio que tenemos, y parece que algunos ya entraditos en carne todavía no se han dado cuenta.
manolomorillo@hotmail.com
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