Tribuna Económica
Joaquín Aurioles
Inventarios de diciembre (4). Desigualdad
Como amante del lenguaje, de las letras, de todo lo que tenga que ver con la comunicación, sea como sea, les confieso que no me desagradó de primeras el súbito plurilingüismo, vía pinganillo, en el Congreso. Me gustan todos los idiomas, todas las lenguas, porque deben ser puentes que acerquen entre sí a las personas. A más conocimiento de la capacidad comunicativa humana, más calidad en las relaciones, en el mundo, en la vida. Pero antes de que ustedes me llamen boba, que lo soy, corto ya con mi utópica, ingenua más bien, forma de ver el mundo. Me quito las gafas rosas, para no hacer el canelo, y les confieso (visualicen un grito de película de miedo) mi angustia al dejarme arrastrar hacia el lado oscuro y temer que nos perdamos todos en una torre de Babel dos punto cero, rodeada de ciénagas y arenas movedizas: ¡collons, bolas, pilotak! Nos hundimos sin tener ni idea de qué nos están contando. A lo mejor los belgas saben más de paz, de política y de idiomas, y sobre todo de dirigentes narcisistas, de ésos que se ven a la legua (con perdón, qué yuyu) y se ríen con un nanai entre los dientes de las maniobras más dictatoriales que democráticas que se ven en los últimos tiempos. En esta deriva que llevamos cuesta mantener unos ideales puros, de derechas, de izquierdas, azules, verdes o amarillos. Que esté intacta la esperanza, y no sucumbir a los negros pensamientos que nos llevan a sentir que tó es pa ná a la hora de votar, porque la voz ya la hemos perdido los ciudadanitos de a pie hace mucho tiempo, y visto lo visto el gran jefe indio no le hace ni puñetero caso al consejo de ancianos, siempre sabios. Yo qué sé. La ambición desmedida siempre dicen que rompe el saco, la cuestión es que en ese saco estamos todos, vapuleados, zarandeados. Un saco lleno de mentiras que en realidad no lo son, porque claro, son maniobras políticas. Delitos que no lo son, porque hay ciertas cosas feas que deben ser de dominio público, pero oiga, hay que ser discretos, y ya se sabe que los que mienten compulsivamente lo son, discretísimos, pero se retratan en sus contradicciones. Y no pasa nada. Nunca pasa nada. ¿Amnistía? Pues claro. ¿Pactos imposibles? Por supuesto. Todo vale para no perder el trono de hierro, así tenga que achicharrar a todo quisqui a lomos del dragón de la soberbia. Servidora siempre ha navegado en ese barco bueno que surca el mar en busca de la libertad, de los derechos, de las mujeres, de los niños, de la cultura y la paz. Seguiré a bordo si no me arrojan a los tiburones, claro. Pero cada vez es más difícil no desear llegar a tierras lejanas de casa, allí donde haya un poco de cordura. Debe existir una islote perdido en algún lugar donde haya democracia de verdad, lo creo con absoluta vehemencia. Soy boba, ya se sabe.
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