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Dijo que no venía a cambiar nada, y así está siendo (por ahora). Superó la barrera de los 100 días, con un inicio de mandato ciertamente intenso, y este mismo domingo cumple los primeros seis meses en la Alcaldía, período más que suficiente para haberse asentado y para dominar por completo la nave -Cádiz- que tiene entre sus manos. Bruno García ha alcanzado su primer semestre como alcalde de la ciudad, sin que los cambios con respecto a lo que se venía haciendo ocho años atrás hayan sido relevantes o destacados.
Esta realidad parece ir muy de la mano con la forma de ser del alcalde y con su manera de entender el traspaso de poderes y la política municipal. Desde un primer momento se presentó García a la Alcaldía de Cádiz con un claro perfil conciliador, nada combativo con el adversario, que lo diferenciaba de ese PP que conocía la capital gaditana (el de Teófila Martínez, Mercedes Colombo, Carmen Sánchez, Ignacio Romaní o el propio Juancho Ortiz, que era el otro posible candidato a la Alcaldía). Bruno García quiso huir de la confrontación, y la ha ido relegando a lo largo de estos seis meses de gobierno.
Influido posiblemente por ese planteamiento ‘pacífico’ de la política, el regidor ha optado por ser excesivamente prudente a la hora de tomar decisiones que pudieran cambiar el rumbo de lo que se venía haciendo. De hecho, puede que haya pecado de ello, porque seis meses después del cambio el electorado que le otorgó la mayoría absoluta puede que esté ávido precisamente de eso: cambios.
Hasta el momento, poco o nada ha cambiado en el desempeño del Ayuntamiento, desde un punto de vista palpable, desde lo que cualquier ciudadano puede apreciar en el día a día. Pongamos varios ejemplos: la zona azul, la zona naranja y la zona verde de aparcamiento siguen estando exactamente en los mismos puntos donde las dejaron el gobierno anterior de Kichi y Vila; y siguen costando exactamente lo mismo, a pesar de que el PP anunciara en campaña que revisaría todas estas líneas de colores y que rebajaría a la mitad el precio. Las críticas al aparcamiento imposible en la ciudad que llovían hasta mayo han desaparecido, como si aparcar ahora en cualquier zona de la ciudad fuera coser y cantar.
Otro ejemplo de continuidad rotundo es el de la programación cultural y de las fiestas, que seis meses después siguen manteniendo el mismo exacto guión que implantó el anterior gobierno. Ahí están la programación del Falla (que respetó lo que había dejado hecho la Concejalía cuando la lideraba Lola Cazalilla), el Concurso de Carnaval (que dijeron los populares en campaña que iban a cambiar y que han mantenido exactamente igual… de largo), la programación de la Regata y la Sail GP (calcos de ediciones anteriores), o la celebración de la Navidad (donde ha habido que respetar por contrato la iluminación y la pista de hielo pero donde tampoco se ha sabido reorientar la campaña con otros atractivos potentes que sí tienen la mayoría de ciudades del entorno y, por supuesto, las capitales del resto del país). Hasta el itinerario (por la Avenida principal, olvidando al casco histórico y a otras barriadas de extramuros) y el horario (las seis de la tarde) ha respetado el gobierno actual respecto a la Cabalgata de Reyes, posiblemente la más noctámbula de cuantas se celebran ese 5 de enero.
A nivel interno también se hacen esperar los cambios. Los únicos que han llegado se han producido por jubilación de los responsables que dejó Kichi, que sí cortó todas las cabezas habidas y por haber en las delegaciones, áreas municipales, empresas y demás organismos. El último ejemplo de esto ha llegado con el concurso para la plaza de gerente del Ifef, donde el PP ha terminado fijando como requisitos los mismos que marcaron la anterior convocatoria y que fueron muy criticados por el actual primer teniente de alcalde, José Manuel Cossi.
A la ausencia de cambios se le une la falta de noticias sobre diversos proyectos que son de calado para el día a día de la ciudad. Ahí está la limpieza viaria, por ejemplo, que dejó un trámite pendiente con el anterior gobierno en mayo para variar las condiciones de los vehículos y maquinaria fijadas en la oferta inicial de Valoriza (por la evolución propia del mercado desde que se presentó la oferta en 2019 hasta que se firmó el contrato en 2022) del que nada se sabe. Y esto se traduce en que un año después de que Valoriza se hiciera cargo del principal contrato del Ayuntamiento, siguen circulando los mismos vehículos que hace 16 años.
Algo similar ocurre con el servicio de autobuses urbanos, que seis meses después sigue sin clarificarse cómo se quiere renovar, tanto en vehículos como en recorridos, frecuencias, paradas y demás conceptos que ciertamente necesitan una revisión para que el transporte urbano dé una cobertura debida a toda la ciudad.
Las bicicletas de alquiler tienen difícil salir adelante, la peatonalización parece haber dado una tímida marcha atrás con la paralización del proyecto de la Avenida de Portugal o la reapertura al tráfico de Veedor, que no dejan de ser dos simples anécdotas que no dejan ver el bosque que pudiera tener diseñado el PP respecto a la movilidad; el nomenclátor no ha variado, sino que se ha aumentado el cambio de nombres y se han convertido en espectáculos la inauguración de determinadas vías muchos meses después de haberse aprobado el cambio.
Posiblemente una de las variaciones más sustanciales entre un alcalde, Kichi, y otro, Bruno, sea la presencia. El popular se ha hecho casi omnipresente en la ciudad, acudiendo y participando en todo tipo de actos, ya sean protocolarios o ciudadanos, de instituciones o de privados, deportivos o de cofradías. Bruno García ha hecho de la elaboración de su agenda una virtud, ya que raro es el día que no comparece a numerosas convocatorias públicas o íntimas que se celebran en la ciudad; un congreso, una rueda de prensa, la inauguración de un bar, un concierto de Navidad, el alumbrado de un colegio, la función de una hermandad… A eso se le suma que ha querido dar la cara desde el primer momento y siempre que tiene ocasión, siendo él quien comparece cada semana al término de la Junta de Gobierno Local, costumbre que tenía Teófila Martínez pero que rehusó mantener José María González.
Esta presencia permanente del alcalde en la gestión diaria se completa con una participación del equipo de gobierno en el día a día de la ciudad, algo que se había perdido en los últimos años, donde la mayoría de instituciones se habían quedado huérfanas de concejales con rango en sus actividades.
Más allá de eso, ha cambiado también la política económica, aunque en este corto plazo de seis meses apenas se haya dejado notar aún, en buena medida por los plazos que requiere cualquier trámite administrativo. Kichi pecó de una política posiblemente excesivamente ahorradora; no solo para rebajar la deuda, que puede entenderse como un punto a favor del anterior regidor, sino a la hora de ejecutar su propio presupuesto, que cada año dejaba varios millones de euros sin tocar que han ido pasando (y creciendo) de un ejercicio económico al siguiente. Tanto es así, que al poco de llegar, Bruno García se encontró con un remanente de 16,2 millones de euros, que viene a ser el dinero que tenía el Ayuntamiento y que no se gastó en nada en el ejercicio de 2022.
Esto sí ha dado un vuelco, encajando Bruno García hasta el último céntimo de ese remanente para recuperar las inversiones, que era otro problema que adolecía la ciudad y que parece dispuesto a erradicar el actual alcalde.
Las inversiones, precisamente, asoman como el gran cambio que puede haber traído consigo el alcalde y su equipo. Pero en estos seis meses se limitan a anuncios que aún no se han materializado en ninguna obra. Así ha ocurrido, por ejemplo, con el Pabellón Portillo o con la reforma integral del Parque Genovés anunciados por García. Y un capítulo especial en inversiones merece la vivienda, que defiende el alcalde que será uno de sus grandes caballos de batalla y que en este período ha anunciado el desbloqueo para su posterior construcción de un centenar de pisos. De momento solo está el anuncio, pero si se materializa en realidad en los próximos meses, el cambio sí será notorio por lo que supone para la ciudad recuperar el ritmo de construcción de vivienda pública que en los últimos años ha sido casi inapreciable.
Bruno García, por tanto, parece navegar sin prisa pero tampoco sin pausa por los pasillos de San Juan de Dios. En este primer semestre al frente del Ayuntamiento ha demostrado que no es una persona rompedora, que no está por la labor de marcar una raya con lo anterior, pero que está colocando los puntales para relanzar en los próximos meses ese Ayuntamiento que debe ser motor del avance de una ciudad muy necesitada de empuje, retos, ilusiones y nuevas aventuras. Los cambios, por ahora, siguen esperando tiempos futuros.
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