Enrique Montiel
Esa música
Toda cabalgata se caracteriza por algo inherente a la misma, la suciedad que deja. Sea del carácter que sea, el paso de una de ellas deja un rastro que no da lugar a dudas de su recorrido. Algunas son peores que otras, pero, sin ningún genero de dudas, las más cochambrosas son las que abusan del empleo de caramelos.
Los pies se van quedando pegados, cual pergaña en una tirada de perdices en plena viña jerezana. Los pies pesan y los zapatos, en la mayoría de los casos, requieren de agua caliente y mistol para volver a ser usados.
La mierda se arrastra hacia los hogares, y nos acompaña durante el recorrido de vuelta a las propias casas. Si en algunas ocasiones es el efecto del hombre sobre el entorno, en este caso, el efecto lo es por la esencia misma del evento, no siendo culpable el ser mas o menos civilizado, así que, siendo lo que es, lo normal es tomar medidas, drásticas, eficientes y rápidas.
No siempre la contundencia de la reacción es suficientemente rápida. Y aunque una noche no sea suficiente, no es normal que la previsión para una total limpieza perdure más de una semana. Hay lugares o momentos en donde la última carroza es un vehículo friegasuelos apoyado por una cuadrilla de operarios provista de cañones de aire. Nada tiene que ver con quien organiza, pero sí tiene que ver con el conjunto coordinado de quienes, en plural, organizan.
Pueden existir razones, excusas, incluso dedos acusadores, razonables o aprovechados, da igual, porque lo importante, lo único que vale, es el resultado final, unas calles llenas de restos durante días, que no solo empañan la imagen de la ciudad, sino que dejan incluso mal y dulce sabor de boca de un evento que sería maravilloso.
No caben excusas, ni señalar a nadie, pero jamás sería admisible que tras hacer una fiesta dejemos la casa llena de restos algunos días. Las ciudades son casas grandes, donde los anfitriones parecen querer vivir entre platos sucios. La pregunta ahora es, cómo podemos vender que tras un festival se presuma de limpieza pulcra y eficiente a la mañana siguiente; cómo podemos asistir a la limpieza de botellódromos diarias e imprevistas; cómo nos tragamos que tras un evento programado, previsible y puntual pasen días las calles acumulando desperdicios….
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