Enrique Montiel
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Una marquesina de autobús como reflejo fiel del estado de la ciudad. Cádiz en una parada. Cádiz, parada. Un simple paseo por la ciudad permite a cualquiera toparse con ejemplos tan enormes de dejadez, de falta de empuje, de pasotismo, como el de la marquesina de la parada de los autobuses urbanos en la Avenida del Puerto, delante del edificio Trocadero. No es la única, ni mucho menos, pero puede ser significativa porque seguramente sea de las paradas con más trasiego de usuarios que haya en la ciudad, un núcleo importante para el transporte urbano e interurbano; y porque es parte del escenario con el que se da la bienvenida a los que acceden al casco histórico de la ciudad.
En la marquesina de marras siguen luciendo a día de hoy los carteles de la Sail GP, que se celebrara los días 14 y 15 de octubre. Y hay carteles arrancados, y pegatinas colocadas en los cristales, y pintadas, y una suciedad sonrojante que apenas deja ver el puerto desde la trasera de la parada. La marquesina está “empercochada”, que dijo la entonces concejala del PP Carmen Sánchez cuando se criticaba la dejadez de Kichi con la limpieza.
El estado de revista de la parada de autobús es incomprensible, a todas luces. Sobre todo para un gobierno municipal que acaba de llegar, por lo que se le presupone un interés y un afán desmesurado por tener a punto la ciudad; porque solo en el gobierno municipal son 14 concejales, por lo que se entiende que alguno, aunque sea uno solo, habrá pasado por ahí en algún momento y se habrá fijado en el lamentable estado de la revista; y porque su alcalde ha insistido en numerosas ocasiones que hay que estar en lo grande y en lo pequeño, en lo cotidiano. ¿Hay algo más cotidiano que pasar un agua y una escobilla a los cristales de una parada de autobús, o de actualizar las publicidades y carteles que se colocan en las marquesinas? Pues ni lo uno ni lo otro.
La marquesina parece como ese señor que siempre iba aseado y bien vestido pero que ya ha descuidado su aspecto, su limpieza y ha dejado incluso de afeitarse con tanta asiduidad por los achaques de la edad; o esa señora que ya no usa maquillaje ni peine y sale a la calle con lo primero que pilla en casa, sin atender criterios estéticos. Es como si hubiera entrado en una suerte de depresión, por la que todo importa bien poco. ¿Que se ha cumplido un mes ya de la Sail GP? Qué más da; ¿que algún incívico pegó en su día pegatinas en los cristales? Pues ahí se quedan. ¿Que otro energúmeno hizo alguna pintadita? Pues la parada pintada por tiempo indefinido…
El problema de todo esto no es la parada, que lo es. El problema es que esa marquesina sea reflejo del estado de la ciudad; una ciudad sin el empuje de haber retirado la cartelería del evento náutico en la misma noche del 15 o en la mañana del 16 de octubre; sin la crítica de ver un cristal sucio y limpiarlo (aunque en el gobierno hayan presumido durante semanas de limpiar la nueva cristalera del Paseo Marítimo que nunca limpiaron los anteriores concejales); sin la desazón de ver cómo Valcárcel sigue en ruinas, cómo la Ciudad de la Justicia sigue aumentando de precio sin que aparezca en los presupuestos ni se confirme el proyecto, cómo el hospital sigue durmiendo en un limbo por más planes de funcionamiento que nadie ha visto se sigan justificando, cómo la Escuela de Hostelería se dirime entre el traslado que argumenta Beardo y la permanencia en Zona Franca que garantiza Ortiz, cómo los autobuses siguen acumulando años, y gases, sin que salga el nuevo contrato; cómo vamos camino de un año pagando el nuevo canon de una limpieza viaria que sigue realizándose con los mismos viejos equipos del pasado, cómo se van cayendo edificios destacados como el Casino Gaditano o se siguen haciendo obras de alto coste con un final plagado de deficiencias e irregularidades (ahí tienen la Plaza de España, pendiente de recepcionar, o la fuente de las Puertas de Tierra, ya sin funcionar); cómo manda Europa dinero para inversiones (15 millones de euros de la Edusi) que habrá que devolver por no hacer bien la tramitación para ejecutar esas partidas.
Cádiz ha dejado de estar en lo grande, ni está ni se la espera; y hace tiempo que también abandonó lo pequeño, lo cotidiano, la gestión diaria. Porque el hecho de seguir con autobuses más que desfasados y no contar con un servicio actualizado es un problema; pero que ni siquiera haya una simple y mínima limpieza de las paradas de autobús, es una descorazonadora realidad.
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