Tribuna Económica
Joaquín Aurioles
Inventarios de diciembre (4). Desigualdad
No he sido yo. No he llamado a ningún programa, ni siquiera a Juan y Medio. De verdad. Sin embargo, al abrir mis privados de Instagram, un mensaje de un redactor de Mediaset me ha desordenado la mañana del blue monday. Me han elegido para cenar en el restaurante de First Dates. Debo rellenar un cuestionario para que los ‘cupidos’ del programa pueden encontrar a mi pareja ideal y se hacen cargo de los gastos del viaje, un día de grabación en Madrid (ojalá las editoriales de poesía fueran de Mediaset). Hace años que no le sigo la ceja a Carlos Sobera, aunque confieso que me divertí en su momento con algunas citas propias de un guión de Berlanga. Prefiero pensar que escogen perfiles de forma aleatoria, y que no van buscando personajes que den el cante. Si es lo segundo, permitan que llore un ratito: años de trabajo como profesora, lucha sin tregua por escribir cuando y donde me dejan y activismo cultureta, para terminar en un reality. Pero, ¿y si es la oportunidad de mi vida? Pondría mis libros al lado del postre. Tonterías aparte, caigo, como siempre, en la más terrible causticidad ante el porcentaje de personas en España a la que se supone muy sola, en un sistema social que sobrevalora la vida en pareja y no contempla como éxito lo distinto. No les daré el dato, búsquenlo. A mí estas cosas que ocurren un día cualquiera me dan tema para artículos, cuando no hay voluntad de escribir sobre política ni valor para opinar sobre el Carnaval. La cuestión, investigación antropológica exprés mediante, es que el gran hermano nos vigila, nos manipula el alma y creemos que somos casi libres cuando nos falta el canto de un duro antiguo para que nos envase al vacío y mercadee con lo que anhelamos, con lo que soñamos y con lo que somos. Quijotesco es también obsesionarse con la distopía y las conspiraciones paranoicas, pero lo cierto es que convendría estar al liqui, y en eso somos especialistas los fenicios. En el Falla, menos mal, sigue en pie el guiñol de títeres con cabeza conscientes de los hilos. Así que vamos, Mediaset a mí, gaditana curtida en levanteras, hombre por favor. Pero no podemos confiarnos tampoco por estos lares y ser más papistas que el Papa pues no nos vamos a librar de comer bolitas, como los tontos, sobre todo las que arroja el mar, testigo triste y silencioso del extraño juego que nos traemos contra nosotros mismos. En fin. Me contactan para que encuentre el amor en prime time y me dan el guión para que actúe durante la cena. Un plan estudiado y perverso. Aunque mirándolo bien, y sabiendo cómo procedemos con nuestro libre albedrío, sería menos peligroso incluso. No lo sé. Borré el mensaje del redactor, cachis. ¿Ven? Por un momento dudé de mi criterio. Será el cambio climático o la voz del hartazgo. Ay. Nos pasa a todos, ¿no?
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