El parqué
Álvaro Romero
Tono alcista
Seis de diciembre de 1978, en aquellos años tenia solo diez, ni sabía ni entendía, y al día de hoy, sigo sin saber ni entender mucho sobre aquella norma que se promulgó. La entiendo necesaria, coherente, fruto de un entendimiento que trato de contentar a muchos, pero como ocurre siempre, no a todos. Aun así, como toda norma, necesaria en un determinado momento histórico. El problema es que, sacada de su contexto, a veces puede parecer lejana.
Siempre defendí que la historia y su contexto histórico deben ser respetados y entendidos, y que observar los hechos de entonces con los ojos de hoy es un error. Todo evoluciona, todo se adapta, todo vive y muta y como es natural, lo que ayer era un acierto debe adaptarse a las nuevas circunstancias. Nada es inmutable, y por ello, en ocasiones, si algo quiere ser duradero debe ser objetivamente parco y genérico, porque a veces querer especificar mucho una situación produce el efecto de desfasarse con el tiempo.
Aún así hay normas básicas, frutos del derecho natural, de la lógica, que son inmutables, al menos a medio plazo, porque a largo plazo quizás hasta sea legal el asesinato de inocentes. Pero de momento, tratar de adaptar un texto a los caprichos y conveniencias de un sector es el error en el que nunca incurrió la Constitución. En su momento, la misma reconoció, renunció, se adapto a una mayoría, se trato de hacer algo que no fuera ni para unos ni para otros, y situada en su momento histórico y con la mentalidad de aquellos años, no fue fácil.
Por un momento pensemos en lo que había ocurrido cuarenta años antes, da igual si nos situamos en un bando o en otro, pensemos en la sangre. Hoy estamos igual, a cuarenta años de otros hechos, da igual el bando, pero pensemos no ya en la sangre sino en los derechos de unos y otros. La constitución, curiosamente, está justo en el centro de todo, cuarenta años antes y cuarenta años después. Solo espero que no sea el final de un ciclo y el comienzo de uno nuevo, porque nadie sabe qué puede ocurrir y a mí, particularmente, no me gustan los experimentos, soy mas de letras y me gusta la historia y por desgracia en España faltan historiadores y sobran científicos locos.
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