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En la música, hay un término por el que la partitura vuelve a interpretarse desde el inicio. Da Capo, refleja el papel o indica el director de la orquesta o del coro para que los intérpretes vuelvan al compás primero. Y eso es lo que parece haber indicado en el Ayuntamiento de Cádiz el alcalde, José María González Kichi, con respecto a la partitura que desde 2015 vienen interpretando concejales y técnicos en materia económica. Resulta que después de vivir en la más absoluta austeridad y de hacer de la deuda su gran caballo de batalla y su pilar del buen gobierno, Kichi le quiere endosar al Consistorio 48 millones de euros -que se dice pronto- para recuperar en los días que le quedan las inversiones perdidas en los años que ha gobernado.
No deja de ser absolutamente llamativa y contradictoria la decisión de recurrir al banco para pedir 48 millones de euros con los que poner en marcha numerosas inversiones; posiblemente demasiadas, a tenor de las partidas anunciadas para cada proyecto.
En primer lugar, sorprende que el alcalde anuncie esta medida justo en plena campaña electoral, que aunque formalmente no ha empezado aún a nadie se le escapa que hace mucho tiempo que está activa con constantes apariciones de los candidatos en actos, con debates incluso ya celebrados y con multitud de reuniones con todas esas asociaciones y colectivos a los que a partir de mayo nadie volverá a hacer caso.
Al hilo de esto, no es menos sorprendente que Kichi vaya a someter esta propuesta en la que posiblemente sea última convocatoria de Pleno del actual mandato, ya que el de abril no está asegurado que se vaya a celebrar (aunque legalmente no habría problemas en su convocatoria). En cualquier caso, pues, sería en el penúltimo pleno municipal. ¿Es tan perentorio el préstamo de 48 millones de euros que no puede esperar a que la decisión la adopte la nueva Corporación que tomará posesión en junio? ¿Tanta urgencia hay en contar con los millones para esas inversiones que han brillado por su ausencia en los últimos ocho años?
Hay que tener en cuenta, además, que por mucho que corra ahora el equipo de gobierno, una operación de préstamo de 48 millones de euros difícilmente se resuelve en un par de meses, que es el tiempo que le queda a Kichi y su equipo en la ciudad (independientemente de que su formación política mantenga el gobierno en mayo). Y lo que es del todo imposible es que el actual ejecutivo municipal ni siquiera ponga en marcha ninguna de las numerosas actuaciones a las que quieren destinar esa lluvia de millones.
Esto último tiene otra lectura, y es que de algún modo se podría querer por parte de Kichi dejar el camino marcado para su sucesor; porque si el Pleno aprueba la operación de endeudamiento y el destino de cada partida de millones, en teoría esa decisión obligaría al siguiente y determinarían las actuaciones de los próximos años. O no, como hizo Kichi con proyectos que estaban en marcha como el de la construcción de un subterráneo bajo la Avenida de Astilleros.
La cuestión numérica también lleva a la conclusión de que todo el camino recorrido hasta aquí queda en agua de borrajas y que parte de la deuda reducida estos años es ampliada de golpe y porrazo. En este sentido, los últimos datos existentes, a cierre de 2021, situaban la deuda en 117 millones de euros, lo que sumados a los 48 millones que ahora se quieren pedir dispararía la cifra hasta los 165 millones de euros. Y eso significa que en términos de deuda la ciudad volvería al año 2017, cuando superaba los 169 millones de euros. ¿Se podría entender entonces que se han perdido los últimos cinco o seis años en los que no se han hecho inversiones prácticamente para reducir una deuda que casi en el tiempo de prolongación se va a aumentar de un plumazo?
En este mismo sentido, los datos de la deuda indican que desde 2015 en que entró Kichi en el Ayuntamiento hasta el último dato existente (de 2021) la deuda se redujo 80 millones de euros. Y eso significa que más de la mitad de ese esfuerzo económico municipal quedaría ahora en agua de borrajas con el nuevo préstamo bancario. Sobre todo en un ejercicio en el que, como ya ha advertido la Intervención Municipal en varias ocasiones, termina el período de carencia de varios préstamos y el Ayuntamiento tendrá que hacer frente a más intereses, asumiendo una cuantía que superaba los 5 millones de euros por este concepto.
También llama la atención el destino de esos 48 millones. Empezando por los 5 de Valcárcel, que hasta hace pocas semanas defendía el alcalde que no hacían falta este año y que por eso finalmente no los había reservado de la partida anunciada en período electoral (el de las autonómicas) el pasado junio; y que ahora vuelve a anunciar, esta vez con cargo a los bancos (con el consiguiente interés que elevarán la partida por encima de esos 5 millones).
Dudoso es que con tan solo 10 millones de euros ejecute el Ayuntamiento la operación de integración del puerto y la ciudad, la conexión de San Juan de Dios con el muelle y, sobre todo, el soterramiento de la circulación, que entre otras cuestiones necesitará de un proceso expropiatorio respecto al actual aparcamiento que no se antoja nada fácil ni rápido. Como también es dudoso que con 5 millones de euros se afronte “la construcción de parques con equipamientos infantiles y pulmones verdes en la muralla de la Estación, en la plaza de Manolito Santander y en el Cementerio de los Ingleses”, tal y como ha anunciado Kichi; sobre todo cuando solo el parque de la muralla tiene un presupuesto de 4 millones de euros, según el mismo gobierno municipal anunció hace un par de meses. Y que con esa misma cantidad -5 millones de euros- se pueda reurbanizar todo el Paseo Marítimo desde Cortadura hasta Santa María del Mar y también La Caleta. O que con 1,5 millones baste para rehabilitar el Casino Gaditano y actuar también en el centro municipal de Arbolí.
Y así, cuando la partitura económica del Ayuntamiento estaba a punto de llegar a su final, al menos en este movimiento de ocho años dirigido por Kichi, la batuta del alcalde obliga a volver atrás y rehacer todo el esfuerzo y el discurso defendido. Da capo con la deuda.
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