Tribuna Económica
Joaquín Aurioles
Inventarios de diciembre (4). Desigualdad
Durante la Semana Santa he estado por el Rif marroquí, y sorprende la impronta que han dejado los moriscos, esos compatriotas que fueron expulsados de España por razones religiosas. Una historia desconocida por la inmensa mayoría de españoles; sencillamente, la hemos borrado.
En los pueblos y ciudades del norte de Marruecos abundan los topónimos referidos a nuestra tierra. Hay barrios andaluces -andalusíes- en muchos de ellos. En su cultura, lenguaje, música o arquitectura también es palpable la herencia andalusí. Muchos de sus habitantes se identifican como descendientes de los andaluces.
Los moriscos suponían una parte muy importante de la población española, sobre todo en Aragón, Valencia y Andalucía. Eran esenciales en la actividad agraria y artesana, y destacaban en la medicina, matemáticas o filosofía. La expulsión de la población musulmana comenzó con la toma de Granada, y siguió en sucesivas oleadas hasta la definitiva, a principios del siglo XVII, cuando tuvieron que abandonar su tierra unos 350.000 moriscos, y ello a pesar de que habían sido forzados a convertirse al cristianismo. Es como si ahora se expulsara a dos millones de españoles.
Chaouen fue fundada en la segunda mitad del siglo XV por un jefe militar local y una vejeriega, Lalla Zahra. La sencilla sepultura de su hija, Sitt al-Horra (“La Dama Libre”), está en la zawiya de Raisuni, una familia señorial andalusí. Fue una mujer poderosa, que frenó a los portugueses y llegó a ser gobernadora de Tetuán. En esta casa se conserva un impresionante archivo que incluye árboles genealógicos de los moriscos venidos de Andalucía y escrituras de las propiedades que le fueron confiscadas.
Hasta a Mali llega la influencia morisca. Un almeriense, Yuder Pachá (Diego de Guevara), conquistó Tombuctú a finales del siglo XVI con un ejército de moriscos a las órdenes del rey del actual Marruecos Al Mansur. En esta ciudad se conserva el Fondo Kati, una valiosa biblioteca que incluye numerosos manuscritos andalusíes.
A los sefardíes -descendientes de los judíos expulsados en 1492- se les reconoció la nacionalidad española en 2015; a los moriscos, expulsados después, no. En el trato a los descendientes de nuestros compatriotas expulsados por su religión también hay racismo.
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