El Alambique
J. García de Romeu
Una Medalla de Oro
Nunca pensé que sería capaz, pero he hecho en poco tiempo un puzzle de 2.000 piezas pequeñas. Con la colaboración puntual y preciosa de mi hijo, que sentía la misma satisfacción por encajar. Y al hacerlo, he descubierto en mi entorno mucha gente y muy variada que me ha confesado compartir la misma pasión, a veces cercana a la obsesión. He estado reflexionando sobre por qué puede ser tan importante algo tan nimio como encontrar una pieza precisa, comprobar que entra perfecta en el hueco, que coincide en forma y color con las que la rodean... y creo que es porque viene a satisfacer la necesidad humana de arreglar, de componer, de hacer que algo funcione. Es un balance. Incapaces de controlar lo que nos envuelve, abocados a un estilo de vida donde tantas cosas no funcionan, no dependen de nuestro esfuerzo o directamente nos superan, el hecho de concentrar la mente a cambio de un éxito seguro es liberador. Como lo es ordenar un armario, organizar un álbum de fotos o tirar trastos viejos a la basura.
Vivir es tener problemas, equilibrar los logros con las frustraciones grandes y pequeñas, lo insignificante con el drama. Hay un aprendizaje en este aprender a relativizar, prestar atención a lo que de verdad importa y no dejar que lo demás arruine ni un solo día. Dar tratamiento de contratiempo, sin más, a lo que no merece otra cosa y saber empatizar con el sufrimiento. No siempre es fácil. Alguien cercano muere, una amiga se queda embarazada, otra aprueba unas oposiciones o pierde un avión, un coche se estropea, se pierde el trabajo, gana nuestro equipo favorito... Pero la aspiración a llevarlo todo bajo control, desear que no pase nada, no es vivir. No es posible quedarse quieto, refugiarse de los riesgos o aislarse para no sufrir.
“Pero ¿Qué va a ser de mí cuando se abra la compuerta del molino y la vida me precipite otra vez a los remolinos de este río que nos lleva? “, escribía José Luis Sampedro en su novela “El río que nos lleva”. Adaptarse, sobrevivir, relativizar. No queda otra. Y para gestionar los pequeños contratiempos, si les vale mi consejo, cómprense un buen puzzle. Mientras tanto, disfrutemos septiembre.
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