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Náufrago en la Isla
Pocas cosas hay más isleñas que la sal y los esteros, si hablamos de los detalles que nos identifican en el imaginario popular. La construcción naval es otra de esas señas, menos dada a la poética pero igual o más importante si cabe. Esta última debe reforzarse hasta volver a ser la máquina que movió la nave de este pueblo que otros llaman ciudad, pero la primera, la que nace del movimiento dominado de mareas y reflujos, del esfuerzo humano que domestica sol y aire para convertirlo en sazón y alimento tiene que creerse la fuerza que tiene.
Dice el 'Diario' que se ha constituido una Mesa para la Acuicultura y la Salicultura, que traducido resulta para favorecer la cría y explotación del pescado y marisco de estero y la producción de sal. Nada que resulte extraño a la literatura que acompaña la imagen de San Fernando, pero a la vez algo tan lejano a los afanes reales de la mayoría de sus habitantes, olvidadiza con la historia de hombres y mujeres que durante siglos han extraído vida de ese duro laberinto líquido y fangoso que nos rodea.
Que las salinas viven aún en la decadencia en que entraron hace décadas, que los esteros acumulan hectáreas de riqueza improductiva durante años son verdades tantas veces ignoradas por una colectividad de casi 100.000 habitantes, y sólo algunas iniciativas elogiables hacen que el pulso natural que la Isla lleva en sus venas saladas no muera. La iniciativa de la Mesa ahora impulsada por el Ayuntamiento, tan positiva, no será nada si éste no logra que la ciudad le siga, convencida como debería estar de que en esa mina de energía renovable que son sus marismas se encuentra una de las claves, ciertas y comprobadas, de su futuro, de su riqueza. No sólo los sectores 'directamente afectados' deben implicarse, sino toda la ciudad debe empujar por detrás su porvenir.
Cualquier población puede tener o habilitar un centro comercial, e incluso cualquier lugar puede pugnar por erigirse en sede de convocatorias excéntricas, pero no tantas saben encontrar dentro de su historia, de su naturaleza y de su misma esencia, la llave sencilla y singular de su solidez. Toca ser sabios ahora.
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