Expectativas, ni ‘mijita’

08 de julio 2023 - 00:15

Aterapia, como está mandado. Todos y todas, porque todes ya van, eso está claro. Y no crean que esto es frivolidad, para nada. Sé que ir a terapia no obra milagros, ni los profesionales de la salud mental tienen un halo sagrado, sino más bien un datáfono, pero oigan, ayudan y no hay otra, en una sociedad enferma desde la raíz en la que parece mejor gastarse los dineros en pechonalidad que en trabajar una personalidad con buena gestión emocional. A estas alturas de la película lo que no se ve orquesta todo lo que se ve, y las arrugas de expresión que deberíamos corregir primero desde dentro son las del ceño fruncido. Las de la risa que se queden donde están, ¿o no? Como observadora que soy, y un poquito majarona, ya se sabe, sobre pienso más que el común de los mortales, y en mis análisis de terrazas, parques y paradas de autobús veo a parejas de mediana edad, por ejemplo, inmersas en ese sufrimiento de sillita de bebé por aquí, discusiones por allá, y rictus de profunda desilusión. Proliferan los divorcios y las ganas de una libertad extraña (ojo, no digo que no sea una posible realidad maravillosa) y un afán de individualismo perdido que roza quizás lo enfermizo. Es sano querer progresar, alcanzar un sueño o dos, pero como zanahoria al burro, desde que nos despertamos, tenemos ante las narices estímulos para no amar nuestra vida y desear algo que no sabemos si existe. Viaja, goza, sé tu mismo, tienes que ser feliz (porque si no eres feliz es que eres ‘mamaostia’ como se dice en chipionero), no sacrifiques, vive el momento a tope, tatúate ‘carpe diem’ con la tipografía de Coca Cola en la frente o en el antebrazo, que es más molón, descarga apps de citas, ten relaciones abiertas como botellines y dale al foodporn de las comiditas en platos gigantes, ésos tan chulis en Instagram. Si la hipoteca es tu verdadero matrimonio por la iglesia bancaria, si la custodia que conoces no es la del Corpus, sino la exclusiva o compartida, si estás en tiempo de crianza y no puedes ir a la sesión del DJ de moda cuyos eventos bombardean tus redes, si la frustración se ha apoderado de tus entrañas porque no puedes ir a Maldivas para encontrar tu verdadero yo, créeme, tienes (tenemos) un grave problema mental y debes ir a terapia. Debemos, pero no para romper con lo que no sirve, y arrojar por los bloques del Campo del Sur los mil millones de tiestos con los que vamos dos horas a la playa con los niños, las facturas de la luz y al jefe, con su reverenda madre, sino para recuperar sentido común. Da miedo pensar que en otros tiempos, con menos recursos, menos opciones, menos ‘bienestar’ y necesidades impuestas hubiera paz: eso es la felicidad. No lo sé, lo descubriré en terapia. De momento les comparto mi nueva decisión vital: expectativas, ni mijita.

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