Tribuna Económica
Joaquín Aurioles
Inventarios de diciembre (4). Desigualdad
Dicen que decía el escritor y filósofo español Eugenio D’Ors que "el estilo, como las uñas, es más fácil tenerlo brillante que limpio". Otros sin embargo atribuyen tan ocurrente frase al poeta alemán Heinrich Heine, e incluso, al escritor francés Honoré Balzac. En este caso no nos interesa tanto el autor de la misma como la impronta del mensaje que dejó caer en su momento quien fuera su verdadero hacedor, como consecuencia, imagino, de ser testigo de las miserias humanas que le tocara vivir.
En estos días tan convulsos en los que es relativamente fácil dar gato por liebre a un sector de la población que aparentemente ni siente ni padece, y que suele confundir la elegancia y el buen gusto con el engañoso brillibrilli, o con esos botines cubre tobillos que algunos se ponen hasta para ir a evacuar el vientre, decía, que en estos convulsos días la tontería y la apariencia están arrasando por inanición con el libro de la urbanidad, la cortesía y las buenas maneras.
La dicotomía existente entre el mundo conservador y el mundo progresista, parece, de un tiempo a esta parte haberse vuelto del revés, como si se tratara de romper esquemas sin mesura y sin vergüenza alguna por parte conservadora. Se viene observando que la bandería más afín al conservadurismo clásico está teniendo comportamientos que, si los hiciere cualquier hombre o mujer de progreso reconocido que habitase entre la Sierra de San Cristóbal y La Colorá, un poné, los ‘hooligans’ de la doble moral jesuítica se estarían rasgando las vestiduras hasta que se volviera a encalar la fachada de la Basílica Menor Nuestra Señora de los Milagros.
Me vengo a referir al último acto público con representación municipal al que he tenido la oportunidad de asistir, acompañando y arropando a mi buen amigo y compañero de Alambique, Enrique Bartolomé, en su pregón de exaltación a la fiesta de los patios. Todavía me estoy preguntando por qué se levantó la representación oficial del equipo de gobierno antes de que el pregonero diera comienzo a su pregón dejándolo con la palabra en la boca. ¿A qué se debe tanta descortesía y falta de respeto? Se viene a confirmar una vez más, que el estilo es algo tan sutil que tan solo se muestra en los pequeños detalles.
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