El Alambique
Alejandro Barragán
Cultura del sucedáneo
Desde Tribuna
Demasiados apuros para vencer al Rayo Vallecano. Demasiados porque este partido debió quedar resuelto antes del descanso. En la primera parte el Cádiz dispuso de ocasiones para haber conseguido al menos dos o tres goles. No fue así, y casi se estropea el resultado, en una segunda parte conformista. Otro rival posiblemente hubiera puntuado si le juegan así. Pero este Rayo Vallecano es una sombra de lo que fue. Como no reaccione a tiempo, pueden acabar en el pozo de la Segunda B. Por el contrario, el Cádiz ya sólo mira hacia arriba. Bueno, hacia las eliminatorias de ascenso, porque Levante y el Girona ya están casi ascendidos.
Fue un partido como de confraternización con el Rayo Vallecano. La hermandad entre las aficiones (entre sus grupos de animación) diferenció el ambiente. Esta vez Álvaro Cervera optó por Rubén Cruz en la media punta, aunque en muchas ocasiones estaba realmente en punta y ejercía Ortuño de asistente. La otra novedad fue la presencia de Nico como extremo diestro, en sustitución del lesionado Salvi.
El Rayo empezó con intenciones de salir a ganar. Y también se le vio que acusa la edad de sus futbolistas. Una plantilla con demasiados veteranos de la Primera que ahora se arrastran por la Segunda, donde están al borde del abismo. Cuando el Cádiz se estiraba les creaba peligro.
En la primera parte, hubo cinco jugadas muy claras de gol. Sólo una terminó dentro, en el minuto 35, cuando Alvarito se revolvió y aprovechó un gran servicio de Ortuño. El goleador no golea en los últimos partidos (aunque le sacaron un remate claro en la misma línea), pero ahora es el que mejor asiste cuando no regatea sin sentido. Otro balón sacó en la línea el portero Gazzaniga, después de que Nacho estuviera a punto de anotar un gol cómico en propia meta. Esas dos ocurrieron antes del 1-0. Después tuvo el Cádiz una gran ocasión de Rubén Cruz, que remató al muñeco del portero; y un chut cruzado de Alvarito que repelió el palo. Suficiente para haber decidido.
En esos mejores minutos del Cádiz, apareció Abdullah como el dueño del partido. Futbolista diferente, que sería aún mejor si jugara más orientado. Se notó en la segunda parte, cuando se dedicó a dar pelotazos sin sentido. Por entonces el Cádiz se había replegado descaradamente, con el único objetivo de mantener la ventaja. Fueron incapaces de hilvanar contragolpes peligrosos.
Los cambios no mejoraron nada esta vez. Aitor e Imaz se diluyeron en el conformismo general del equipo. Mientras que Garrido entró para disputar los últimos minutos y ayudar a la contención. Un remate alto de Amaya fue lo único medio peligroso que aportó el Rayo. Dominaban por inercia y porque el Cádiz le regalaba el balón continuamente. Además Aridane estuvo muy seguro y Sankaré también mejoró.
Tres puntos en tarde de hermandad, todo muy fraternal. Menos mal que el Cádiz no hizo el primo, aunque a punto estuvo en una mala segunda parte, tras ser muy superior en la primera. Lo mejor fue el resultado y la alegría de ver la clasificación.
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