Enrique Montiel
Esa música
Las relaciones laborales en España encuadran a ciertos grupos en ella que mantienen una situación de inferioridad con respecto a quienes trabajan por cuenta ajena con unos parámetros controlados y donde los convenios colectivos fortifican dichas actuaciones contractuales, pero los trabajadores domésticos están constituyendo, según la Organización Internacional del Trabajo, uno de los grupos más vulnerables en muchos aspectos como es la explotación, la violencia, el acoso y trabajos no controlables, que rozan en algunos casos y en algunos países casi con una moderna esclavitud laboral. El trabajador doméstico, aun cuando en nuestro país está sujeto a un contrato de trabajo, ya sea a tiempo parcial o a tiempo completo y tiene cotizaciones por el Sistema un Régimen Especial de la Seguridad Social, si bien carecen de la prestación por desempleo, en muchos países están dando pasos lentos para que tengan asentamiento en su tiempo de trabajo y horario, pero se mantienen estancados en su promoción por un trabajo decente en el hogar. En el mundo y gracias al Convenio nº 189 de la OIT sobre los trabajadores domésticos que fue aprobado en el 2011, existen más de 30 países que han desarrollado legislaciones en favor de estos, pero sin embargo en otros donde pertenecen más de 67 millones de trabajadores repartidos por toda la geografía, no se cumple este requisito, donde y aquí voy, sufren con frecuencia formas varias de explotación en todos los aspectos mientras llevan a cabo sus relaciones laborales, pues los pagos de salarios no suelen ser muchas veces puntuales, ni sus cuantías ajustadas al tiempo de trabajo, por lo que se encuentran atrapados en el mismo hogar porque viven en éste y su jornada no suele ser la estipulada cuando existe un contrato de trabajo, por lo que los descansos reglamentarios no se suelen dar ni con rigidez ni con una aplicación de sus derechos, pues en muchos supuestos el vivir en el mismo domicilio conlleva una vinculación tan permanente que les hurta su libertad como no ocurre con otros trabajadores vinculados a otros regímenes del trabajo por cuenta ajena.
A la Inspección de Trabajo se le hace difícil controlar estas relaciones laborales, pues no olvidemos que el trabajador doméstico o empleado de hogar pertenece a un centro de trabajo atípico, ya que al ser el hogar familiar, ni tiene horario de entrada ni de salida como en otros centros, ni se puede comprobar mínimamente la prevención de riesgos laborales, pues curiosamente en esta actividad es donde más accidentes de trabajo existen, denominados accidentes domésticos, porque es fácil comprender que el protocolo para prevenir los riesgos no se encuentra descrito y, es más, existen viviendas donde por su antigüedad y su estructura no poseen las mínimas normas urbanísticas ni de habitabilidad. Es decir, es tal "anarquía laboral" la que se centra en estos trabajadores que observamos inclusive que por parte de ellos mismos no quieren que se les curse el alta en Seguridad Social, pues independientemente del mínimo control, al figurar de alta en el Régimen Especial de Empleados de Hogar conlleva estas afiliaciones pérdidas de ayudas en la unidad familiar por el trabajo de éstos. Es decir, un sinfín de prestaciones que pierden y, por tanto, prefieren trabajar en el anonimato fiscal y laboral para cobrar en "B" no declarando, por tanto, sus ingresos a la Agencia Tributaria, junto a toda la unidad familiar; un gran error que da lugar a que ellos mismos, por las circunstancias expuestas, se hagan más vulnerables y, por supuesto, sus derechos laborales se alejan tanto de la realidad que en muchos países donde esto ocurre, se roza la explotación frente a la violencia y al acoso, así como tantas carencias que se desconocen.
Sin embargo, el trabajador doméstico se ha convertido en la ayuda, el cariño y el apoyo de muchos empleadores mayores -yo diría que hasta el confidente-, pues llevan su trabajo y lealtad con tanto esmero, respeto y dedicación que son acreedores ante su empleador de esa gran labor humanitaria, llegando el caso de que en el fallecimiento de estos son más los dolientes domésticos que los propios hijos, por lo que se han convertido en los guías de muchos de ellos, ya que en la sociedad civil de hoy muchos hijos no pueden o no quieren cuidar de sus progenitores, porque les resulta más fácil que otra persona, de características vulnerables, cuiden de quien ellos no son capaces o no pueden cuidar. Por eso, vemos tantos ejemplos de ello en la sociedad civil actual que nuestros abuelos nunca llegaron a ver, pues cuando alguien nos cuida nos olvidamos de su condición de trabajadores y eso, en su conjunto, hace que la necesidad de estos trabajadores domésticos y el tener un pequeño sustento para salir adelante de un episodio económico les hagan doblegarse a quienes muchas veces, terceros incapaces de cuidar a los suyos, se convierten en tiranos de esa explotación doméstica y de esa imposición de "te quito y te pongo" y así disponen de un poder efímero.
La OIT está trabajando para que se les reconozca a estos trabajadores domésticos su condición laboral como tales, donde muchas veces las mujeres padecen una alta discriminación, ya que al provenir fundamentalmente de grupos marginados y, en particular migrantes, se les obliga a aceptar unas relaciones laborales precarias, por lo que esto está aumentando y tanto como nos fijamos y deseamos contratos con falta de precariedad y derechos fundamentales para trabajadores, ya sean por cuenta ajena o autónomos, pedimos un reconocimiento más contundente y con líneas que se vigilen los derechos de los trabajadores domésticos por las administraciones que tanto defienden a colectivos y asociaciones reivindicativas, pero se olvidan de trabajadores dispersos y sin apoyo como son los trabajadores domésticos.
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