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Lo del alcalde de Cádiz con el megáfono es algo innato, como montar en bicicleta; como los grandes futbolistas cuando tienen una pelota, o algo mínimamente redondo, cerca y no pueden evitar dar unas 'pataditas'. El jueves le pusieron un megáfono delante, y el alcalde de la ciudad -del que se espera un discurso un tanto institucional, unas palabras moderadas que aboguen por el pacifismo, el civismo y el respeto a toda la ciudadanía- se olvidó de la americana que vestía y volvió a los tiempos anteriores a 2015, en los que arengaba a sus masas en manifestaciones y movilizaciones varias (algunas aún recordadas).
Hasta cambió el acento Kichi, altavoz en mano, en la Cuesta de las Calesas. “Que se entere toda España: en Cádiz somos obreros y no delincuentes. Lo que hacemos es defender el plato de comida encima de la mesa de nuestras casas, y nada más”, dijo un alcalde cuyo nivel de exaltación iba en aumento conforme iba soltando arengas de apoyo a los trabajadores, a sus reivindicaciones y también a las movilizaciones y los incidentes provocados en los últimos días. “Que no venga nadie a insinuar siquiera que se montan barricadas y que son cuatro exaltados los que están quemando coches”, dijo a continuación Kichi, rematando la frase con el lamento de que “hemos tenido que meterle fuego para que en Madrid se fijen en nosotros”. Como si eso fuera un logro. Como si la ciudad aplaudiera el acto, o los actos, del miércoles en la Avenida de Astilleros (a pocos metros, por cierto, de una gasolinera). Porque aunque parece que se olvidara, el González del megáfono hablaba en calidad de alcalde de la ciudad, no como empleado del metal -que no es aunque utilizara la primera persona del plural en una jugada certera para hacerse con el aplauso de los manifestantes-.
No es de recibo que el alcalde de la ciudad aplauda hechos como el corte continuado desde hace varios días de una de las vías más transitadas de la ciudad, acceso directo a la actividad portuaria; mucho menos los incendios en la carretera, los enfrentamientos con la Policía (la Nacional, no la Local), la quema de vehículos (que abandonados o no tendrá un propietario o un proceso de desgüace que dista mucho de prender en mitad de una avenida), la interrupción del servicio de trenes, la rotura de semáforos y otros actos vandálicos vinculados a la huelga del metal.
Eso no puede ocurrir, por muchos aplausos que recibiera el Kichi al que traicionó el megáfono. Sorprende además que el alcalde reste importancia a los sucesos derivados de las protestas del metal cuando el pasado mes de junio se mostraba especialmente rotundo cuando en una protesta de policías locales en la puerta del Ayuntamiento se utilizó un bote de humo que obligó a desalojar el Consistorio. Algo que Kichi calificó entonces de “inaceptable”. “Me sobra energía para condenar de manera rotunda lo que ha sucedido. No hay lugar para el diálogo con gente que utiliza la violencia. Eso es un elemento que constituye un pilar básico de la democracia”, dijo en aquel entonces, insistiendo en que “cuando una de las partes rompe la baraja y utiliza la violencia, yo creo que el diálogo se termina”.
Esa condena al uso del bote de humo choca drásticamente con la bendición a los altercados que se vienen sucediendo en los últimos días. De la denuncia de la actuación de la Policía Local al aplauso a los trabajadores del metal. Y del apoyo a las reivindicaciones de estos operarios, al rechazo a las que mantienen desde hace años los agentes de seguridad locales; pese a ser similares en el fondo. “La Policía Local quiere cobrar 700.000 euros más por hacer lo mismo”, afirmaba con rotundidad el alcalde en junio.
González se pasó de frenada el jueves con sus declaraciones, buscando quizás ese efecto hipnotizador para el que ciertamente tiene un don especial. Y él lo sabe, y su equipo también; por eso no dudaron en cambiar la agenda y aplazar a otro día la conmemoración del Día de la Infancia o una reunión precisamente con uno de los varios colectivos laborales que buscan una solución que, al contrario que la del metal, sí está en manos del alcalde.
Hubo un tiempo en el que al alcalde le jugaban malas pasadas sus constantes apariciones en televisiones nacionales o sus opiniones respecto a temas que superan los límites del Ayuntamiento. Este jueves fue un altavoz el que volvió a traer al Kichi de 2015, al anticapitalista cuyas arengas vio imposibles de realizar en el cargo de alcalde.
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