Locos con papeles

15 de septiembre 2023 - 00:15

Es necesario contar con amistades de toda índole, y nutre especialmente convivir con aquellas personas de alto nivel vital, pues el enriquecimiento es máximo. De ese intercambio de experiencia y emociones se alimenta el conocimiento y surgen momentos brillantes. Precisamente este verano, en una conversación memorable, surgió el tema recurrente de la salud mental. He hablado otras veces del estigma de las dolencias de la mente y la necesidad urgente de eliminar la discriminación, la ignorancia al respecto y esos prejuicios con muy mala leche (no hay prejuicio sano) que le cuelgan de por vida la etiqueta de majara al que confiesa que recibe psicoterapia, va a la consulta del psiquiatra y recibe tratamiento. Anda, y vete a tu loquero. A ese ni caso, que está “de psiquiatra”. Lo dicho, catetos ha habido siempre, y la hijoputez, con perdón, campa a sus anchas en esos espacios vacíos de conexiones neuronales. Resulta irónico que los que precisamente necesitan un tratamiento radical, de choque, y terapia intensiva de por vida son aquellos que andan sueltos apuntando con el dedo a los que sí dan el paso adelante para comenzar su propia curación para seguir creciendo y vivir. Y sorprende que a estas alturas del siglo XXI se siga condenando a los valientes y persista el temor a lo desconocido y distinto, cuando todo lo que nos concierne en este mundo diverso que habitamos, por facilidad de acceso a la información, debería asumirse, darse por sabido. Aceptar que existen otras modalidades humanas que merecen respeto y empatía. Es difícil. Por eso en la conversación de la que más arriba les hablo, llegamos a una tajante conclusión, y que nadie se ofenda: locos estamos todos. Pero hay dos tipos, los locos “con papeles” y los proscritos que creen estar en posesión de la verdad y en su nebulosa de superioridad pueden llegar a una crueldad sin límite con el prójimo. Los locos documentados son menos locos, le ponen nombre a su dolencia, esperanzados en aportar algo bueno al funcionamiento de la sociedad, como mecanismos de defensa de esos individuos cancerosos que rompen la armonía en todo lo que tocan. Los locos en sanación, en aprendizaje, son menos locos, avanzan y no tienen tiempo de vilipendiar a nadie. Créanme, el proceso de reconstrucción de uno mismo es el más complejo porque es un trabajo desde dentro hacia afuera, y requiere voluntad y sacrificio. En ese trayecto interior no se pierde la energía en gilipolleces, envidias ni competitividades. Los locos conscientes van siendo legión, porque en una realidad como la nuestra todos sufrimos alguna clase de dolor del alma que debe atacarse en su momento, que no se extienda como un tumor y se pierda la perspectiva. Por eso es saludable convivir con personas de alto valor, ésas que ya saben de autoconocimiento y límites y tienen el antídoto a la mala leche intrínseca a la ignorancia que muchos mantienen adrede. Háganme caso: es maravilloso, y garantía de equilibrio, rodearse de locos con papeles.

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