Enrique Montiel
Esa música
La risa sigue estando mal vista. El humor, convertido en subgénero, parece estar prohibido. Las redes sociales desde páginas aludiendo a la risa demuestran que nunca tuvieron o han perdido el sentido del humor. Una leyenda urbana, cita y encaja el despropósito que sigue: Sótades de Maronea allá por el siglo III a.C. escribió unos versos humorísticos sobre ciertos aspectos de la vida sexual de Ptolomeo II y acabó encerrado en una caja de plomo y tirado al mar. Hay gente que no encaja bien las bromas. Dispara la violencia. Predispone a la enemistad. Una de las inolvidables novelas de los años ochenta, El nombre de la rosa, contiene una de las descripciones que mejor se haya hecho nunca de esa capacidad subversiva del humor. Como recordarán si han leído el libro o visto su excelente adaptación al cine, a finales del año 1327 el erudito y audaz franciscano Guillermo de Baskerville llega acompañado de su novicio a una abadía en la que están sucediéndose una serie de crímenes. Durante su investigación nuestro protagonista acude al scriptorium, donde tendrá una disputa dialéctica con el bibliotecario ciego, Jorge de Burgos (en sarcástica alusión a Jorge Luis Borges). Este sostiene que la risa sacude el cuerpo, deforma los rasgos de la cara, hace que el hombre parezca un mono. La risa es signo de estulticia y hay que evitar los chistes como si fuesen veneno de áspid, concluye, puesto que Cristo no reía y además la risa fomenta la duda. El chiste está en que Cristo no riera nunca. ¿Cómo lo sabía el cura ciego?
El humor, si se investiga algo, no ha estado nunca de moda. Humor, como líquido del cuerpo humano aparece en la primera edición del Diccionario Académico y hasta la decimocuarta, en 1914, no aparece el término humorismo. Creo que no pasan de media docena los ingresos en la Real Academia que eligieron el humor como tema. Es ríspido esto.
En España, desde siempre, hacer política con la literatura se reduce entre los escritores a tomar partido por o contra los autores, primero, o contra y por su obra, después. ¿Cuántos hemos oído que no les gustaba Cela por su "prepotencia" y no lo leían por eso? Un autor, por ejemplo, escribe un artículo donde hace alusión, a lo mejor velada, contra un gobernante. ¿Qué le espera? Ser denigrado por unos y exaltado por otros. No hay término medio. El viejo bizantinismo pueril, de o conmigo o contra mí. Y por consiguiente su obra será vituperada por unos y ensalzada por otros, los menos. Menos humor, cualquier exquisicidio.
El humorismo que es resaltar la realidad con el lado risueño o cómico de las cosas no se estila. Los mejores literatos del siglo de oro, sacarán sangre unos de otros, Quevedo contra Juan Ruiz de Alarcón, Góngora, Juan Pérez de Montalbán, Luis Vélez de Guevara, Alonso del Castillo Solórzano, Salas Barbadillo y un muy largo etcétera. Quevedo contra Olivares, quien será además encarcelado.
Uno de los libros con los que más me reí fue El Quijote que es un puro chiste. El escatologismo, nuevo en la literatura, en el episodio de los batanes, es excelente todavía hoy. Sancho sin poder pegar bocado cuando era gobernador… y un sinfín de historias benengelizadas.
Pero hubo gente contra Cervantes siempre. Quienes le negaron autoría, quienes le plagiaron y quienes criticaron si escribía bien o no, ejemplo: Si las nubes de polvo, no les turbara y cegara la vista… Les sirvió de peine unas manos… concordancia y tiempos al ataque del autor. El humor está mal visto. ¿Se puede ser un magnífico escritor y no tener buena sintaxis? No creo.
Hasta al padre nuestro le señalaron leísmo. Pero el mundo es ansí, la poesía está demodé, la risa, vedada y todo trabajo expuesto al público se considera político.
Y la risa prohibida desde la indignación hace morir la sátira. El nombre de la Rosa, siempre será actual.
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