El parqué
Jaime Sicilia
Siguen las caídas
¿Es bajo o es alto un índice de 85,66 puntos en un supuesto índice de felicidad? Esa es la nota que ha sacado San Fernando en un informe elaborado por una institución, instituto o quién sabe qué de nombre inglés. Diríamos que no está mal, porque ¿quién puede sobrevivir a un índice de felicidad permanente del 100%? El estudio toma en cuenta un montón de factores geográficos, económicos, sociales y hasta festivos que se supone que determinan si nuestro paso por esta vida y en el lugar que nos ha tocado o hemos elegido para vivir nos llevará al estado deseado de despreocupación y optimismo que nos haría sentirnos felices.
El Spain Happy Index, que así se llama el organismo que dice saber medir la dicha de poblaciones enteras, cree haber descubierto que todos esos elementos externos marcan de manera definitiva nuestro estado de ánimo, por lo que yo deduzco que más bien quiere remarcar que las ciudades ofrecen un entorno más o menos favorables a la felicidad según reúna o no ciertas condiciones, nos pongamos como nos pongamos.
Sea como sea, no se puede negar que la mayoría de los isleños ponen de su parte todo lo posible para alcanzar la buena ventura. Basta con asomarse cada día a la calle Real en su zona más céntrica y observar con qué fuerza nos afanamos en llenar las terrazas en días y horas en las que el común de los mortales esforzados se empeñan en sacar duramente adelante su vida. Gente de toda edad, sexo y condición consumen sus jornadas en interminables desayunos o sesiones de aperitivo. ¡Cualquiera aplica aquí los horarios europeos de comidas!
Observando el panorama urbano cualquiera diría que somos un pueblo privilegiado de sueldos altos y jornadas cortas, cosas que cualquier estadística medianamente seria desmiente. La misma conclusión podría aplicarse si atendemos a la manera en que los isleños llenamos masivamente esas mismas calles céntricas ante cualquier convocatoria, ya sea lúdica, festiva o gastronómica. Claro que habría que dilucidar si la felicidad es eso, lo que ya es materia para mentes y voces más preclaras que la mía.
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