Ignacio Pérez Blanquer

Mirando hacia el Oeste

Encuentros en la academia

27 de noviembre 2018 - 01:31

E RA una bonita tarde, como casi todas la de nuestro otoño. Miraba por la ventana y quedaba absorto por el encanto de mi solitaria calle que siempre mira hacia el Oeste. Allá arriba, unas nubes lejanas revoloteaban lentas y jugaban con los colores azul y naranja. Pendientes de un hilo de memoria vinieron a mi mente estos versos de Fernando Pessoa: Tenemos quienes vivimos,/ una vida que es vivida/ y otra vida que es pensada,/ y la única en que existimos/ es la que está dividida entre la cierta y la errada. Fue un soplo que vino del poniente, allí estaba Portugal. Casi siempre a nuestra espalda. La nube más grande se convirtió en una bola naranja revestida de blancos y grises.

Unamuno ya nos habló de una colisión constante -que habría que superar- entre la «suspicacia portuguesa» y la «arrogancia española», generada por faltas de comunicación y muchas guerras. ¿Mirar a la espalda, mirar de frente?...Pessoa repetía dentro de mí: No soy nada. / Nunca seré nada. / No puedo querer ser nada. / Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Pensé en eso que se suele denominar iberismo; el impulso de carácter político tendente a unir Portugal y España en un único bloque peninsular. Los partidarios de avanzar en la integración política, económica y cultural de Portugal y España llevan bastante tiempo intentando coordinar una estrategia para presentar una candidatura atractiva al Parlamento Europeo en 2019. Claro, habrá que seducir, primero, a los electores y después a los políticos, de que la fundación de una Comunidad Ibérica formada por España, Portugal y también por Andorra, es la única posibilidad, no solo de superar todos los problemas actuales, sino de caminar juntos en la dirección de convertirnos en una potencia mundial en muchos órdenes.

Cierto es que el iberismo tiene mucho de enigma político y es curioso observar que cuando se realizan sondeos y encuestas sobre reforzar más la vinculación entre Portugal y España, el grado de aceptación es asombroso, pero este tema está totalmente al margen de toda agenda política. Quizás -lamentablemente- para casi todo el mundo, hablar de "iberismo" es poner sobre el tapete una singularidad o un discurso intelectual inane.

Los iberistas estiman que la península fue la primera promotora de la globalización y del mestizaje y que estamos en un mundo con un futuro azaroso en el cual vuelven a erigirse muros. Nos recuerdan que poblamos una tierra, al sur de los Pirineos, en la parte más occidental de Europa, en cuya frontera sur -allí donde se unen las aguas del Mediterráneo y el Atlántico- está el punto crítico donde se forja nuestro "espíritu ibérico", en palabras de Fernando Pessoa. Y que somos una civilización, fruto del cruce de otras anteriores, que fue la primera de las europeas en adentrarse en tierras desconocidas, llevando nuestras culturas y lenguas al mundo.

"Solo hay dos naciones en Iberia: España y Portugal", dijo el escritor. "La región que no forma parte de una, forma parte de la otra. El resto es filología".

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