Tribuna Económica
Joaquín Aurioles
Inventarios de diciembre (4). Desigualdad
No quería empezar septiembre con el tema Rubiales, ni opinando del feminismo mal entendido del que demasiada gente vocifera alrededor. Así que mi intención es abrazar del todo el lado pánfilo y la ingenuidad con la que muchos me identifican, y voy a atreverme a ser happy flower un rato, a ver si contagio optimismo y este artículo es aceite bueno para untar por toda la piel y que la mala leche resbale, aceite metafórico se entiende, porque el oro líquido (lean a Carmen Camacho) es un lujo prohibitivo. Pero no se lo quiero recordar a ustedes, negatividad fuera y buenas vibras. Así que entro del todo en mi papel de coach de pacotilla y aquí van diez ítems para aplicar un día entero para abordar la rentré con una sonrisa como recién salida de un tratamiento de ortodoncia invisible, a lo Yolanda Díaz con Puigdemont. Ah, el título de este artículo lo tomo prestado del libro homónimo de Juan Margarit, maravilloso poeta que les recomiendo con pasión. Comenzamos. Uno: no enciendan la televisión. Dos: escondan el móvil (todo un reto). Tres: cierren los ojos y respiren profundamente mientras repiten el mantra “la culpa es del alcalde/alcaldesa (antes servía el Kichi como catarsis), yo soy un ser de luz”. Cuatro: abran los ojos, salgan a la calle, y sigan respirando, no se asfixien. Cinco: vayan a Mercadona, entren, dense una vueltecita, salgan sin comprar nada. También vale Ikea. La sensación de triunfo y poder es brutal. Seis: caminen una hora seguida y saluden a todas las personas que se encuentren. A ese vecino que les odia profundamente, también. Preferible el paseo marítimo, o algún lugar que no hayan incendiado ni haya comercios cerrados en tropel. Siete: al volver a casa, una copita de vino, si es de por aquí, mejor. Nadie es feliz sin vino. Sin queso es difícil también, así que una tapita de payoyo. Dejen la chía para otro día. Ocho: Saluden a su pareja incluso si la odian profundamente como al vecino. Bailen un rato. Si no tienen pareja, saluden al del espejo, a quien mucha veces odian, y bailen también. Me refiero a ustedes mismos, si no, sería asunto de Íker Jiménez. Nueve: lean antes de dormir a la Martín Gaite, Téllez, Millás, Benítez Reyes, Canet o Valle-Inclán, o un puñado de aforismos curativos. Diez: acunen al niño que fueron, y achúchenlo mucho en su corazón, no sea que se vaya para siempre. El secreto está en retenerlo como sea. Seguro que después de aplicar estos diez consejos afrontan lo que viene con un poquito más de esperanza, con la convicción de que es de valientes llegar a la meta personal de cada uno sin haber perdido el aliento, qué ridículo es aquel que apuesta por la alegría, qué loco quien se atreve a pesar de las nubes grises a intentar los colores para ser misteriosamente feliz.
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