04 de diciembre 2023 - 06:00

Entramos en plena vorágine navideña. Se supone que el día 25 celebramos el nacimiento de Jesús, aunque la verdad es que no se tiene certeza ni dónde ni cuando nació. Las pocas informaciones que existen proceden de los evangelios de Mateo y Lucas, escritos casi un siglo después. Lucas asegura que su nacimiento coincidió con el censo de Augusto, aunque es probable que utilizara este acontecimiento para justificar la improbable localización de José y María en Belén, la ciudad de David, donde se suponía que tenía que nacer el Mesías.

En la Roma imperial existía a finales del mes de diciembre la fiesta de las Saturnales, en honor a Saturno. Esta festividad coincidía con el solsticio de invierno, a partir del cual los días comenzaban a ser más largos, y el sol vencía a la oscuridad. En el siglo IV el cristianismo se fue imponiendo en el imperio romano hasta que Teodosio lo declaró religión oficial en el año 380. En el 350, el papa Julio I propuso que se celebrase el nacimiento de Jesús el día 25 de diciembre; cuatro años más tarde, su sucesor Liberio lo impuso oficialmente. Esta fagocitosis de fiestas paganas ha sido una constante del cristianismo.

Esta festividad ha pasado de un origen pagano, a uno cristiano, para terminar dominada por lo comercial. En la Navidad, y cada vez más en los meses que le preceden, se ha impuesto la desmesura. Se ha generado una competición absurda por ver qué ciudad tiene más luces, el árbol más alto o la mayor cabalgata, o cual enciende antes el alumbrado. El éxito de la Navidad no se mide en términos espirituales, sino en base al número de turistas, a las ventas del comercio y a la ocupación hotelera.

Para colmo, la Navidad se ha contaminado con otras costumbres que nada tienen que ver con la festividad religiosa. Papá Noel se ha impuesto a los Reyes Magos, una figura de la tradición nórdica a su vez contaminada por el interés comercial. Este personaje orondo y bonachón de roja indumentaria fue creado para un anuncio de un conocido refresco. Ahora es un símbolo de la Navidad y del dispendio comercial.

Afortunadamente, la Navidad sigue manteniendo el espíritu familiar. Con familias desperdigadas y con la generalización de las relaciones por redes sociales, es la única ocasión del año para reunirnos con nuestras familias.

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