Ocasiones de festejar

15 de junio 2024 - 06:00

Agotados todos de las prisas diarias. Extenuados. Deseando que terminen la enorme cantidad de actividades en las que implicamos a los hijos o a las que nos sometemos los mayores voluntariamente, sin ser del todo consciente de cómo nos van restando tiempo y más tiempo, llegan las actividades de fin de curso con los espectáculos correspondientes.

Por más que se trabaje para que todo salga como se planifica, es normal cierta tensión entre los enseñantes para que todo salga según lo previsto. Los nervios de los pequeños, porque van a lucirse delante de sus padres. Las despedidas en las puertas de los centros hasta septiembre. La última copa del curso al salir y la idea de alguien que sugiere: “¿por qué no quedamos alguna noche…?” Y lo que en principio trataba de ser un punto de encuentro precedido por una humilde caña, acaba con cenas suculentas y dos copas. Y todo eso, cuando aún no hemos acabado de perder el cansancio o las calorías de nuestra preciosa y tardía feria del 2024.

Y acudimos porque queremos estar. Porque somos seres sociales y necesitamos de ese charloteo relajado. Y porque sería triste no acudir.

Uno de los horrores de los jubilados sería que dejaran de avisarnos en esos momentos especiales que siguen celebrando los compañeros de la vida laboral. Pero ocurre que, tras dejar el trabajo remunerado, nos surgen nuevas formas de asociaciones: mayor implicación en alguna ONG, clubes de lecturas, gimnasios, piscinas, manualidades, informática, pintura… Y todos reclaman esa convivencia de fin de curso.

Hace tiempo, cuando se me multiplicaron las actividades extraordinarias casi sin darme cuenta, asumí algo. Díganme, señores, si les pasa lo mismo: ¿divertirse es muy cansado?

No hablo de pasear por la playa o Los Toruños. Ni de tertulias con amigos cercanos compartiendo lo que tienes. Me refiero a esas cenas copiosas que te hacen pensar qué me pongo, dónde aparco, qué menú elijo. Y la frase oculta: quien llegue primero que nos guarde sitio…

Y acudiremos porque ya aprendimos sobre duras y maduras. Porque merecerán la pena.

Cantaba Mercedes Sosa: “Gracias a la vida, que me ha dado tanto…”

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