Milagrosa Fernández Bey | Presidenta De La Asociación Personas Sin Hogar Con Derecho

¡Por fin ha llegado la lluvia!

Tribuna libre

18 de noviembre 2022 - 06:00

¡Por fin parece que llega algo de lluvia y todos nos alegramos muchísimo por ello! Desde la ventana de mi casa he podido contemplar, aunque no por mucho tiempo, el agua cayendo abundante. ¡Por fin la lluvia tan necesaria para todo!

Sin embargo, a poco que me paro, me vienen al pensamiento todas las personas que en esos momentos no tienen dónde refugiarse y corren a buscar desesperadamente un hueco para cobijarse por la noche y con un poco de suerte no quedar empapados hasta no se sabe cuándo. Esta es la realidad presente en nuestras ciudades, donde muchas personas carecen de un hogar.

Miles de personas no tienen un lugar donde resguardarse del frío, del calor o de la lluvia; no pueden hacer algo tan cotidiano como sus necesidades fisiológicas sin tener que esconderse o que alguien les llame la atención; un lugar donde quedarse cuando se sienten mal o se encuentran enfermos; no tienen un sitio adonde volver ni donde guardar sus pertenencias sin que alguien se las robe, los equipos de limpieza se la tiren, o las autoridades les digan que tienen que marcharse.

Este drama social lo viven durante años y a diario durante años muchas personas, yo más bien diría muchas hermanas y hermanos porque, más allá de toda las creencia, la humanidad está llamada a ser una gran familia o autodestruirse .

El sinhogarismo es la forma más extrema de exclusión social. Es una de las realidades más duras y crueles que el ser humano puede vivir. ¿Cómo es posible que desde nuestros gobiernos no se realicen políticas prioritarias y decididas para su erradicación? ¿Cómo es posible que los partidos políticos no debatan este grave problema en las instituciones correspondientes y se limiten, en el mejor de los casos, a declaraciones de buenas intenciones? ¿Cómo es posible que la mayoría de ellos ni siquiera incluyan este tema en sus programas políticos y electorales?

Las políticas sociales que se llevan a cabo para la atención de personas sin hogar son evidentemente más que insuficientes, más bien podríamos decir políticas de parches para que el resto de las ciudadanas y ciudadanos podamos dormir tranquilos ante este drama social.

La alternativa de alojamiento más extendida en nuestra sociedad son los albergues sociales, por ser la de menor coste para las instituciones. Pero, para empezar, el número de plazas disponibles en estos establecimientos es insuficiente para atender la demanda de esta tragedia social. Esto conlleva que los albergues realicen rotaciones de los usuarios, es decir, que después de unos días, la persona tiene que volver a la calle, hasta que le vuelva a tocar su turno, si procede.

Por otro lado, la falta de privacidad e intimidad en las habitaciones compartidas de los albergues, a veces con más de cinco personas, muchas de ellas con serios problemas, desemboca con frecuencia en conflictos y dificultades en la convivencia, lo que finalmente se traduce en personas que prefieren dormir en la calle, antes que esta alternativa.

A esto se suman las exigencias, normativas y horarios en la mayoría de los albergues, que a cualquiera les costaría asumir, máxime a personas que arrastran una complicada trayectoria personal.

Por último, para un gran número de personas sin hogar, el punto infranqueable para acudir a un albergue es el hecho de tener que elegir entre una cama temporalmente o abandonar a su mascota, que para muchos de ellos son su única familia.

Y mientras nosotros hablamos, nos justificamos y debatimos todo esto… miles de personas en nuestro país, en nuestras ciudades y localidades, se enfrentan cada día a no saber dónde pondrá los cartones la próxima noche para intentar dormir, sin una puerta que poder cerrar para descansar sin miedo a que alguien les moleste, insulte o ataque.

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