El parqué
Álvaro Romero
Tono alcista
Descienden el Cádiz y el San Fernando, pero al menos tengo la alegría -cada vez más débil- de que el Real Madrid haya derrotado al Borussia Dortmun en el Wembley Stadium de Londres. Quince Champions League ya. Parece mentira. Recuerdo mi infancia, aquella época plena de inseguridades, y la maldición de los cuartos de final que afectó a la Quinta del Buitre. La derrota ante el Bayern Múnich, la paliza del AC Milán de Van Basten, Gullit y Ancelotti y el cruce con el PSV de Van Gaal, ese maldito cruce que apartó al Madrid de su séptima Copa de Europa.
Porque eso era lo que nos decían los anti madridistas, que era un equipo franquista que sólo tenía copas europeas en blanco y negro. Hasta que llegó Pedja. Contra un equipo italiano, además. Sí, el engominado Mitjatovic, más chulo que un mojón de pie. Yo me encontraba sentado en el sofá, con mis padres a ambos lados, mi padre -atlético- queriendo que ganara un equipo español, y mi madre -gallega- preguntándome quién jugaba, cuánto quedaba, y chinchándome diciendo que tenía pinta de que el Madrid perdería, que ella era -gallega- meiga.
Y entonces llegó Pedja y yo aparecí teletransportado en el suelo del salón de la casa de mis padres, arrodillado como si fuera a pedir perdón por mis pecados, gritando como un loco poseído por una pasión incólume. La Copa de Europa en color. La Séptima. Y el resto ha llegado a fogonazos, y de qué manera. Por mi mente se entremezclan imágenes de todo tipo: Fernando Redondo regateando a su propia sombra, Raúl corriendo solo contra el mundo, la volea de Zidane, a Cristiano anunciando que dejaba el equipo, el cabezazo de Sergio Ramos y este nuevo de Dani Carvajal, acompañado de los destellos de un jovencísimo Vinicius Jr.
Un tornasol blanco de recuerdos que empezaban en esa época de mi infancia en la que yo pensaba que jamás llegaría a ver ganar al Real Madrid una Copa de Europa y que terminan en la entrevista de Florentino Pérez diciendo que su objetivo es, ahora, la decimosexta. Una epopeya deportiva al alcance de nadie que no hace sino refrendar que el mejor club del siglo XX sigue dominando su deporte en el XXI.
Y el equipo que otrora fue de Pavones y Zidanes es ahora una familia donde los veteranos dan paso a los jóvenes valores, enseñándoles el camino de la victoria, y dándoles poco a poco un lugar donde desarrollar su arte con el balón en los pies. Ayer fue Kroos quien anunció su retirada del fútbol al tiempo que Arda Güller recogía su medalla. Y un importante deportista veía el partido desde su televisión -y no me refiero a Luka Doncic- ansiando trotar por el césped londinense. Su nombre es Kilian. Y su apellido… aparecerá en todos los medios a partir de mañana. Sonríe Florentino, admirando la decimoquinta, y yo veo copas de Europa en color como si no costaran trabajo.
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