Rafael Duarte
Ni huesos ni nombres
Tribuna libre
En el corazón de nuestra Hermandad de la Palma, una figura ha destacado a lo largo de más de tres décadas por su dedicación, compromiso y devoción: Ramón Velázquez. Durante 36 años, Ramón ha sido el capataz del paso de palio de María Santísima de las Penas, desempeñando un papel crucial en la vida de nuestra hermandad y en la celebración de nuestras tradiciones más sagradas.
Desde que asumió su nombramiento de capataz allá por el año 1988, Ramón ha demostrado una capacidad innata para liderar y guiar a su gente con firmeza y sensibilidad. Su habilidad para coordinar a todo su colectivo humano –como él dice– y asegurarse de que el paso de palio de María Santísima de las Penas se llevase con la máxima devoción y solemnidad ha sido ejemplar. Bajo su dirección, el paso no solo se ha movido con paladar, gracia y precisión, sino que ha sido un símbolo viviente de nuestra fe y devoción.
El compromiso de Ramón con la Hermandad de la Palma es inquebrantable. A lo largo de 36 años, ha enfrentado numerosos desafíos, siempre con una actitud positiva y una determinación firme. Su experiencia y sabiduría han sido un recurso invaluable para la hermandad, y su presencia constante ha proporcionado un sentido de continuidad y estabilidad.
Personalmente, he tenido el privilegio de trabajar junto a Ramón durante 20 años como hermano mayor de la hermandad. En este tiempo, he llegado a conocer no solo a un capataz excepcional, sino a una persona de gran integridad y humildad, un buen amigo que ha sabido estar como tal, en los momentos buenos y malos y saber dar los consejos adecuados.
Nuestra colaboración ha estado marcada por el respeto mutuo y una profunda comprensión de la importancia de nuestro trabajo en la vida de la hermandad y la comunidad. El impacto de Ramón en la Hermandad de la Palma trasciende el tiempo que ha servido como capataz. Su legado perdurará en la memoria de todos los que hemos tenido la suerte de trabajar con él y en la historia que ha ayudado a mantener viva. La devoción y el cuidado con los que ha tratado a María Santísima de las Penas son un ejemplo para futuras generaciones.
Ramón Velázquez ha dejado una huella imborrable en nuestra hermandad. Su dedicación y pasión por su trabajo son un testimonio de su amor por nuestra fe y nuestras tradiciones. Como capataz, ha llevado el paso de palio con una maestría que pocos pueden igualar, y como miembro de nuestra hermandad, ha demostrado un compromiso y una lealtad dignos de admiración.
Como hermano de la hermandad y como hermano mayor que he sido de la misma, en nombre de toda la Hermandad de la Palma, le damos las gracias a Ramón por sus 36 años de servicio incondicional. Su legado será siempre una parte integral de nuestra historia y su ejemplo, una inspiración para todos nosotros .
Gracias Ramón Velázquez Mellado. Gracias, capataz.
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