Tercer recorte de la Fed en 2024
Waldo
Hace ahora una década la serie Black Mirror estaba en su apogeo. La audiencia se enganchó a esas ficciones futuristas que presentaban un mundo posible y, por lo tanto, aterrador. La dependencia de las redes sociales, los dilemas éticos de la evolución tecnológica, el avance de los populismos… La serie nos ponía frente a un espejo, advirtiéndonos de cómo podíamos acabar si no nos parábamos a reflexionar sobre la deriva de algunas corrientes actuales.
Me temo que, pese a su impacto, nos limitamos a tomarlo como un entretenimiento más y no tuvimos en cuenta aquellos avisos.
No somos conscientes porque los cambios van llegando lentamente, dejándonos tiempo para que nos acostumbremos y olvidemos de dónde venimos. Pero si ahora nos paramos a mirar con los ojos de hace diez años, creeríamos que vivimos en un mundo distópico. Ni al más imaginativo guionista se le habría ocurrido que un político, como campaña de promoción, publicara un libro de colorear con su dibujo en cada una de las páginas. Mucho menos que un partido tradicional, como el que le acoge en sus filas, lo hubiera visto con buenos ojos. Ni que el tema se convirtiera en el debate central de la política municipal. Aunque quizás lo más difícil de prever fueran las colas ciudadanas para conseguir un autógrafo, las decenas de fans congregados para hacerse con un ejemplar del cuaderno de dibujos.
Recuerdo un episodio de Black Mirror en el que una productora de televisión presenta como candidato a las elecciones a un dibujo animado, un oso azul llamado Waldo, en una estrategia de marketing para impulsar al personaje, sin ninguna motivación política. Más allá de las situaciones disparatadas que generaba este argumento, lo más llamativo era el predicamento que lograba Waldo entre los electores. Hace diez años nos parecía demencial que alguien se planteara votar a Waldo. No por ser un dibujo animado -al fin y al cabo, detrás de la imagen había personas dándole voz-, sino porque era claramente un producto promocional. Pero, como digo, a veces los cambios llegan sin que nos hayamos enterado.
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