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En el País Vasco rozan la perfección. Así lo transmiten sus medios de puertas para adentro y, sobre todo, de puertas para fuera. El gobierno nacionalista difunde a través de su televisión privada, ETB, todas las bondades euskaldunas, resumidas en el (no tan) velado supremacismo de ese programa de supervivencia titulado El conquistador del fin del mundo. El título del espacio, en definitiva, lo dice todo de sus ocho apellidos. Y para que la ciudadanía vasca no se olvide del rencor que le tenemos fuera de sus fronteras (Euskadi no es más grande que la provincia de Cádiz) de vez en cuando cae un manido documental del bombardeo de Guernica y otras historias de la Guerra Civil y el franquismo. Lo del terrorismo etarra y otros asuntos recientes son minucias. Sorprende, casi escandaliza, la discreción con que es llevada una tragedia como la del vertedero de Zaldibar (Zaldívar en castilian). Hay dos desaparecidos, es decir, dos muertos, en unas circunstancias terribles y un problema medioambiental del que penden todas las sospechas de chapuzas, apaños y consentimientos.
Pero de estos dos muertos, y de esos miles de ciudadanos expuestos a no se sabe qué contaminación, apenas conocemos retazos. Este suceso va en las escaletas de los informativos de Madrid pasada la media hora, de paso, mientras se dedican minutos y minutos al coronavirus que, por ahora y con todas las alarmas, no ha afectado a ningún español.
De haberse producido la tragedia de Zaldibar en otra comunidad no sabemos qué trascendencia habría adquirido en nuestros noticiarios, pero tengan por seguro que de haberse producido en Andalucía nuestros partidos estarían tirándose los trastos a la cabeza y tendríamos testimonios de todos los lugareños. Pero como ésto sucede en un lugar donde parece que nunca pasa nada malo, Íñigo Urkullu sólo tiene que preocuparse realmente en el porcentaje de victoria que logrará en sus elecciones y en si los silbidos de San Mamés a la selección serán en si bemol o en do sostenido.
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