Balas de plata
Montiel de Arnáiz
No sean injustos con David Sánchez
Náufrago en la isla
Dos noticias se solapan en estos días, en este pueblo y en este Diario: se pone punto final a la Navidad, dos semanas después de la Nochebuena, con la entrega de premios del certamen de Nacimientos, y arranca el año cofrade con la presentación del Cartel de la Semana Santa, dentro de unos días y tres meses antes de su celebración. Con la duda personal sobre cuánto dura un año cofrade y el pasmo que me produce saber que, en tierras más lejanas, en Vigo, el alumbrado navideño se apagó ayer mismo, dos meses después de su encendido, me planteo si aquí, en La Isla, no podemos concebir otra vida social que no esté iluminada a trechos por algún festejo, de la índole que sea.
Supongo que por eso, y para entretener la larga espera de una semana entre año navideño y año cofrade, nos hemos lanzado en masa a las rebajas del gran centro comercial, atestado como en los mejores días navideños y eso que no ya había luces que nos atrajeran a nosotros, los insectos. Ahí sí que nos sentimos a gusto, entre la multitud de las colas y la rebujina de los aparcamientos, mezclándonos todos: los que tienen objetos que devolver (aquí utilizamos el contradictorio verbo de 'des-cambiar') y los que buscan las supuestas y a menudo mentirosas gangas.
A menudo se diría que hemos perdido la razón, y que acudimos en masa a la llamada de un virtual y gigantesco flautista de Hamelin que, sin necesidad de melodía seductora o mediante el uso de una muy subliminal, nos atrae ahora a comprar, mañana a un evento, pasado a una cita gastronómica ineludible y dentro de un mes a una fiesta popular en la que tirar los brazos por alto y aclamar lo que haga falta. Nadie parece estar a gusto si no es rodeado de otros miles, convertidos todos ya en vicentes convocados a donde va la gente.
Aún me escuece en las entendederas de viejo gruñón el lema municipal de la pasada campaña navideña: "¡Déjate deslumbrar!" se animaba a la población, siendo así que cuando uno se deslumbra no puede ver nada, el fogonazo de luz te sumerge de manera contradictoria en la más absoluta oscuridad y andas a ciegas, tal vez llevado de la mano por alguien del que no tienes más remedio que fiarte. Aprovechen los tranquilos que, entre el fin de la Navidad y el comienzo del año cofrade, aún nos quedan unos días, pocos, de reparador aburrimiento.
También te puede interesar
Balas de plata
Montiel de Arnáiz
No sean injustos con David Sánchez
Náufrago en la isla
Manuel Muñoz Fossati
Aburrimiento reparador
El Alambique
Libertad Paloma
Echar de menos
Calle Real
Enrique Montiel
Una novela