El parqué
Álvaro Romero
Tono alcista
La celebración de las elecciones europeas ha dejado un claro vencedor, el hastío, el cansancio, la falta de confianza, el me da igual, el total para qué. La abstención. Aun así, han sido muchos los votantes, y siendo solo cuestión de números, los ciudadanos han dejado clara su postura frente a la forma de hacer política.
Corren tiempos en los que las diferencias entre colores cada día son mas cortas, y la lucha entre un modelo de hacer política y otro se centra, sobre todo, entre quienes quieren imponer un tipo de vida, pensamiento y formas, y quienes se centran más en la administración que en el control de los ciudadanos. Ni una forma ni otra son las ideales, pero queda claro que el aparato burocrático que mantenemos es cada día más grande, habiéndose convertido en un monstruo al que mantiene cada día menos ciudadanos que producen.
Todo ello nos lleva al peor de los males, el enfrentamiento en la vida diaria, y a todos, absolutamente a todos, se nos hace partícipes de una lucha en la que nada ganamos. Desde la unidad más pequeña y básica del estado se nos usa para defender posturas, para derribar, al precio que sea, al rival.
Poco a poco, nos sectorizamos, nos hacemos parte, a veces minúscula, de las luchas internas por el poder, y en todo caso, perdemos como personas, no solo a amigos, sino que nos creamos enemigos innecesarios, en una batalla en la que nada ganamos realmente.
La historia nos demuestra, con demasiada frecuencia, que al fin y al cabo, siempre ganan los de siempre. Fueron en su día los patricios y élites guerreras, detrás de los cuales siempre estaban los de siempre, los que realmente tenían el dinero.
Hoy día los únicos que ganan, gracias a nuestro enfrentamiento, son los políticos de uno y otro lado, que mantienen sus privilegios y prebendas, y detrás de los cuales siguen estando los de siempre, los que tienen el verdadero poder, y el dinero. No me cabe duda de la honradez y el esfuerzo de algunos, ya sean del color que sean, y tampoco del oportunismo chaquetero de otros, que navegan en su propio beneficio, sin importarles el color de su camisa. Quién sabe cuánto durará esto, como acabará, y a dónde nos llevará, pero como todo a la largo de la historia, colapsará, y no hará falta ni que nos demos cuenta de a dónde vamos.
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