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Deseo que ustedes, ese pequeño grupo de lectores que tiene a bien entretener sus ratos leyendo estas líneas semanalmente, hayan recibido de los Reyes Magos todo lo que se han merecido según su comportamiento. Pero si no ha sido totalmente así, les ruego desde estas líneas la mayor comprensión del mundo para sus fantásticas Majestades, que han tenido un programa de actos de lo más complicado y enrevesado.
Piensen que desde hace años a los Sabios de Oriente se les ha venido sobrecargando la agenda por parte de las autoridades municipales de todo el territorio patrio. No mucho tiempo atrás su papel en este mundo terrenal se limitaba a hacer una corta aparición pública en cabalgatas unas horas antes del trabajo que realmente les gusta, el de repartir juguetes y regalos a la carrera durante la noche más corta del año. De unos años a acá, en cambio, el nuevo protocolo les obliga a recorrer por la mañana la ciudad en coche o autobús, a subir y bajar de helicópteros, a protagonizar recepciones en casas consistoriales... Un número de actos que se multiplican exponencialmente por los miles de municipios que hay en España.
Toda esa actividad supone para los Magos un trabajo ingente, sobre todo en lo que se refiere a la organización de unos cuadrantes que parecen ser diseñados por el diablo. Imaginen que además tienen que movilizar a su ingente personal de camellos, caballos, tractores, pajes y heraldos. Si estar a la vez en todos sitios, por muy mágico que se sea, es ya un quebradero de cabeza, imaginemos lo que supone estar muchas veces en muchísimos sitios. Eso es lo que ha pasado este año con las insólitas decisiones que han llevado a adelantar las cabalgatas, en unos pueblos sí y otros no, e incluso a partir su jornada en dos, ante la previsión de lluvias que hicieran cancelar los festejos. Los cuadrantes habrán saltado por los aires.
Los Reyes se estarán preguntando por qué estos cambios si durante cientos de años han trabajado con todo tipo de inclemencias, y siempre han conseguido que ningún niño se quedara sin juguetes. Y ante los nuevos tiempos que se avecinan, en los que el Hombre del Tiempo manda más que el Dios Padre, ya estarán rogando a su Niño favorito que para tiempos venideros no se le ocurra mandar una semana de chaparrones en torno al 5 de enero, y tengamos que elegir entre atender a su cabalgata o al discurso de su colega real, es decir el Rey.
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