El parqué
Álvaro Romero
Tono alcista
El Alambique
Comienza la cuenta atrás, una cuenta atrás cada día mas corta, cada año menos lejana, pues, hasta hace no mucho, el final del verano, para los Portuenses, lo marcaba la Patrona, ahora, como ya ocurrió con el Vaporcito navegando, para algunos de portuenses, es un ente extraño y casposo que apenas influye en la vida de la ciudad, tradición de viejos que se ha inventado algún aprovechado, con nombre y sotana. Sin embargo, para gran parte de la población, Ella sigue marcando el final del verano, sin que nada tenga que ver que pasado el puente de Agosto, que no de la Asunción, pues ya es el día mundial de la relajación, muchos inicien el peregrinaje hacia la compra de libros y preparación del curso escolar. Por aquí, pase lo que pase, hasta el 8 de septiembre todo es verano, pero más relajado, más nuestro, más cercano, sin tanto extranjero nacional, sin tanto chunda chunda. Un verano más, con sus luces y sus sombras, con su levante y su calor, con sus aglomeraciones, hasta con su cine de verano, como aquellos de la Plaza Colón, casi con el mismo sabor a pipas y sillas de tijera. No es necesario hacer un gran esfuerzo para sentirse feliz, para disfrutar hasta el último rayo de sol tumbado en la Puntilla. No es necesario rasgarse las vestiduras para tomarse desde una cerveza a un vaso de agua sentado en una terraza, en la que esté libre, pues se puede ser feliz en cualquier rincón de esta ciudad. Aún menos se necesita para dejarse abrazar por el poniente después de agotadores días de calor. Y es que la ciudad en sí, como opinará cada cuál de la suya, no es más que un conjunto de elementos destinados a nuestra felicidad pequeña y cotidiana, sólo hay que dejarse llevar y disfrutar el día a día pues, a veces, perdemos de vista lo que puede hacernos felices viviendo solo entre el caos y el desorden que percibimos a nuestro alrededor. Poco a poco, agotamos por aburrimiento aquello que más cercano tenemos, a veces, vapuleamos tanto un tema, que agotado, se extingue… me acuerdo del vapor, el cual sí usé a veces, por el simple hecho de sentarme en su proa a oler el mar, sin olvidar cuánto se criticó a sus aprovechados dueños, por lo que cobraban, por intentar hacerlo turístico, por no ponerlo gratis, por ser un medio de transporte obsoleto y caduco, casposo y rancio, hasta que se agotó, él y quienes de él vivían. Ojalá mi ciudad no termine igual de agotada. De momento El Puerto despide una verano agotador, menos mal que muchos, muchos, hemos sabido ser felices con todo lo que nos da esta ciudad, pero ella, per se, todo lo demás es aleatorio, cambia y se transforma, ella sólo evoluciona con nosotros.
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