Alboroto sin descanso

Náufrago en la isla

02 de diciembre 2024 - 06:00

Tiendo a solidarizarme con los vecinos de la calle de Las Cortes y su entorno. Ya saben: por norma, el ruido hay que evitarlo, huir de él o prohibirlo, sobre todo los evitables, y debe de ser insoportable el que aun así aguantan esos ciudadanos que han cometido el terrible pecado de vivir en el centro-centro de San Fernando, cada noche de fin de semana, durante las vacaciones y durante todo el verano. Y les entiendo cuando se aterrorizan ante la inminente explosión de la Navidad en forma de esa reciente y sobrevenida moda de las zambombas en las calles, que obligan a compartir la alegría desbordada aunque uno esté penando por lo que sea, o simplemente quiera un rato de descanso en esas horas del día que hace ya siglos consensuamos que eran para dormir.

Llevamos años ya desde que lo 'colectivo' sustituyó a lo 'público', es decir que la idea de lo que es de todos se ha visto sustituida por lo que es de algunos, siempre que se reúnan en suficiente cantidad. Cuatro personas cantando en la vía pública a deshoras pueden ser reprendidas, pero cuatrocientos haciendo lo mismo ya constituyen un derecho humano: lo que se ha venido a llamar el derecho a la diversión. Cosas de la vida moderna.

Cualquiera que se sentara un ratito en silencio (uy, qué difícil) a pensar llegaría a la conclusión de que una actividad que implica a tantas personas bajo los efectos del alcohol, en la vía pública (otra vez ese pertinaz concepto), iría directamente a la prohibición o limitación a ciertas horas, las que puede aguantar un organismo humano sin la estimulación de ciertas sustancias o bebedizos. Se dice que es necesaria una mediación y las autoridades ya se han postulado para hacerlo, pero la justicia debe entender entre partes en conflicto, no de negociaciones entre infractores y víctimas.

Queremos suponer que hay una ordenanza municipal para este tipo de situaciones, así que solamente cabría aplicarla en su literalidad, o cambiarla si se llegara al convencimiento de que hay que hacerlo. Y otro día, si ustedes quieren, hablaremos de la imparable invasión de sillas y mesas de terrazas hosteleras en calles y plazas.

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