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Balas de plata
Sólo conozco a dos Aldamas, a Víctor de y a Santi. Ambos ganan mucho dinero, aunque sus carreras resultan divergentes. La del empresario está en un bache, después de un mes de prisión, y la del baloncestista está al alza, haciendo buenísimos minutos en los Memphis Grizzlies de la NBA. Mientras de Aldama vale por lo que calla, el valor de Aldama surge de sus números, que se acercan al doble-doble en más de veinte minutos en un equipo contender.
Es probable que esa cortina de humo hecha con dinero público que ha sido el ataque de indignación de Broncano contra Pablo Motos tuviera como objetivo desplazar la atención del ciudadano que no ve el telediario, pero sí interactúa en X (antigua Twitter) o que se ha mudado a Bluesky (el Twitter de los ultraizquierdistas y antitrumpistas).
Hay que tener en cuenta que no todo el electorado de cada partido es borreguil, ni siquiera una mayoría. Las críticas internas son las más difíciles de sofocar en el interior de las casas del pueblo y las sedes pagadas en B, porque los partidos quieren vender precisamente aquello de lo que adolecen: transparencia y democracia interna. Cuando un militante respetado e inteligente como Eduardo Madina dice públicamente que tiene un problema consigo mismo porque no cree que lo que Víctor de Aldama ha confesado ante el juez sea verdad, pero sí creía a pie juntillas todo lo que vomitó Bárcenas contra el PP de Rajoy, el afiliado de base se estremece porque ve a unos de sus referentes dudar.
Muchos dudaron también del canario Santi Aldama, porque era largo y desgarbado, blandito porque tiraba de tres, y tardaron en llamarlo a la selección absoluta. Tras varias temporadas en la liga americana, sus mates de espalda y su acierto en el tiro exterior, junto con su capacidad para rebotear y taponar, el hijo del jugador que fuera del Cai Zaragoza, se ha establecido en la burguesía de la NBA y se encuentra en puertas de obtener un gran contrato multianual por el que pueda percibir cuarenta o cincuenta millones de dólares. La vida resuelta.
Pero también tenía la vida resuelta Víctor, quien regaba con billetes a Ábalos, Koldo y Santos Cerdán, según dijo; mecenas de esa parte oscura y nauseabunda de la política patria que ve al ciudadano como una oportunidad y toda crisis como un negocio. Esa vida que disfrutaba de Aldama parece que va a llegar a su fin, aunque reciba una pena disminuida por su colaboración. Cuando acaben sus causas, y quiera seguir haciendo negocios, se va a ver abocado a utilizar socios y testaferros, a cambiar su look y a volar bajo para que no lo perciban los radares. Fiscales, ni sociales.
Roma no paga traidores, pero la justicia española no se edificó sobre las tres cimas del monte Palatino, así que una atenuante o dos bien valen una misa en favor del alma del Víctor que todo lo canta. Esperemos que Santi tenga salud y suerte esta temporada y que sus éxitos remeden a los de aquel otro cantante bailón que nos enamoró desde Memphis, Tennessee.
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