El Alambique
Alejandro Barragán
Envidia
El Alambique
Las algas invasoras avanzan de forma lenta pero firme por todo el litoral portuense, adentrándose ya en zonas de viviendas y dejando tras de sí un grueso manto de incontables bajas sobre la orilla de las otrora paradisíacas playas. La incontrolada situación está provocando una desbandada generalizada en las defensas humanas más cercanas a la línea de costa. Solo la población civil autóctona muestra la preocupación debida, mientras que el gobierno y sus tropas medioambientales no ceden, se niegan a dialogar, pero tampoco han establecido un plan definitivo para contener a las hordas provenientes de la mar. La gran pestilencia con la que las fuerzas invasoras ganan terreno parece difícil de frenar. En esta fase de consecuencias impredecibles, el fabuloso entusiasmo con que llegaron las brigadas turísticas internacionales ha decaído en los últimos días, y ya solo quedan rastros de pequeñas escaramuzas en algunos tramos de los arenales de la bahía.
Hay reportes de combates ligeros en algunos sectores internos de la ciudad. Sin embargo, ya se ha detectado presencia de alga invasora en el sistema de alcantarillado. Según informes técnicos, asesorados por el comité de urgencia científica, esta avanzadilla ha servido de puente para sus fuerzas aliadas, principalmente compuestas por cucarachas y bacterias de largo alcance. Fuentes oficiales recomiendan a la ciudadanía abandonar la ciudad si ven, o intuyen, presencias gelatinosas emergiendo de lugares estratégicos de cada hogar, principalmente de fregaderos y retretes.
No está todo acabado, pero queda poco para el final. En cuanto llegue el otoño y el pueblo deje de mirar al mar con ojos vacacionales, los partes de guerra irán desapareciendo y se hablará de otras cosas. Las imágenes de satélite darán cuenta de la bajada del precio del alquiler residencial y todo serán parabienes. La propaganda humana dejará de hablar del Infierno Verde y lo denominará Esperanza Verdosa. Algas, bienvenidas.
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