Tribuna Económica
Joaquín Aurioles
Inventarios de diciembre (4). Desigualdad
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Edificios que serían la envidia de cualquier ciudad. Equipamientos llamados a ser los grandes revulsivos patrimoniales y arquitectónicos, con centenares de posibilidades para un uso dinamizador que genere empleo, economía y vida, en definitiva. Parte de la historia de Cádiz que se viene abajo progresivamente ante la absoluta inacción de sus propietarios, siempre administraciones públicas, y una sonrojante pasividad generalizada.
Por enésima vez, Cádiz habla de Valcárcel y del Castillo de San Sebastián. Y lo hace para compartir el mismo camino, el mismo presente y, por ahora, el mismo pesimista futuro. La vieja fortaleza y el antiguo hospicio se vienen abajo progresivamente fruto del abandono, de la falta de ideas y de la absoluta renuncia a invertir por parte de sus propietarios, que están obligados a ello.
Valcárcel está a un paso de volver a tumbar un proyecto dirigido a su recuperación; tal y como pasó con el hotel de Zaragoza Urbana, la UCA ya habla abiertamente de abandonar el proyecto de habilitar allí la Facultad de Educación y devolver, por tercera vez, el edificio a manos de la Diputación Provincial. Habrán pasado más de 20 años desde el anuncio de la venta del edificio hasta que la UCA, casi con total seguridad, lo devuelva a Diputación antes de que acabe este año; más de dos décadas de absoluto cierre de un edificio privilegiado, en un enclave privilegiado y actualmente devorado por las palomas y azotado por el abandono y la dejadez.
Y si bien es cierto que la ciudad anda poniendo el foco en este inmueble, en muchos casos más por un interés de enfrentamiento político que por otra cosa, cuando toca mirar enfrente al Castillo de San Sebastián la actitud cambia por completo; hasta tal punto, que el Ayuntamiento rechaza asumir la titularidad de la antigua fortaleza y exige como paso previo que el Gobierno estatal lo rehabilite y adecente por completo antes del traspaso. Una exigencia, por cierto, que no aplican a Diputación con Valcárcel.
Ni Gobierno central ni Ayuntamiento quieren saber nada de San Sebastián, un espacio con innumerables posibilidades que ninguna administración ha sabido a día de hoy otorgar un uso atractivo ni plantear un proyecto de interés para apostar por su puesta a punto y apertura a la ciudad. Una intervención, por cierto, que cuenta con un presupuesto inicial que es justamente la mitad que el que tiene el proyecto de Valcárcel.
Caso parecido ocurre también con el edificio de Náutica, igualmente en ese enclave privilegiado que cierto sector de la ciudad circunscribe en los últimos tiempos a Valcárcel pero que olvida a los otros dos edificios destacados que vienen corriendo la misma suerte de abandono y amenaza de ruina cada vez más creciente. En el caso de Náutica la responsabilidad es de la Junta de Andalucía, que hasta ahora no ha escondido (ni con el anterior gobierno socialista ni con el actual popular) que ni siquiera sabe qué uso le puede dar al inmueble y su particular arquitectura.
El problema, por tanto, no es puntual de un edificio ni afecta tampoco a una sola administración. Cádiz tiene un problema con espacios patrimoniales de titularidad pública, con todas las administraciones haciendo clara dejación de funciones y con algunos intentos, más políticos que ciudadanos, de apostar por un proyecto concreto. Ahí anda, por ejemplo, el Ministerio del Interior mareando la perdiz con la nueva Comisaría de Policía, después de anunciar y luego renunciar al nuevo edificio de la Avenida de Astilleros tras mudarse al Pirulí y rehabilitar íntegramente la sede de la Avenida; o en la Avenida sigue también el amplio solar de la Subdelegación del Gobierno que debiera ser (el proyecto se presentó en 2011) un gran edificio que acogiera a toda la administración estatal; también sigue intacto, a un mes de que finalice el mandato de Juanma lo haría al frente de la Junta, el solar del hospital; y en compás de eterna espera sigue el proyecto de los depósitos de tabaco con un centro sociocultural pagado por Europa (Edusi) que ha perdido un tercio por el camino municipal y una Ciudad de la Justicia que nunca empieza a construirse; como nunca arranca tampoco ese plan de Plaza de Sevilla que solo acumula reuniones y más reuniones entre Ayuntamiento, Adif y Junta de Andalucía.
Así se podría seguir con un listado excesivamente amplio para una ciudad con tan poco suelo, signo inequívoco de la sonrojante inacción de las administraciones que mantienen edificios y solares abandonados, cerrados a cal y canto, y sin un mínimo proyecto o planteamiento de actividad o uso futuro. Una muy reprochable gestión que aboca a esa parte de la ciudad a la ruina.
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