Añoranza de Manzorro

07 de febrero 2025 - 03:05

Mis amigas siempre han sido un poquillo envidiosillas. No lo pueden remediar. Cuando la ven a una, que a su edad sigue como una rosa, les da coraje. En eso se parecen a esta pandilla de analfabetos, que son capaces de romper amistades por un premio churripuerco. Mis amigas van todas ya con el dichoso tacatá, pero no el chim chim pom pom viñero, sino el artilugio ese que han inventado para que los viejitos puedan ir a por los mandaos sin perder el equilibrio. ¿No sería más fácil que un chicuco lo trajera a casa como toda la vida de Dios mientras uno ve un capítulo de Bonanza? Pues no, venga inventos para complicarle a una la vida. Ahora, yo no ehh... ni mijita, me sobra brío para recurrir a un andador, ni que fuera yo un niño que da sus primeros pasos. Alguna va que parece una muñeca de Famosa en el anuncio ese del portal, y otros son tan tontos que le tiran los tejos a una parapetado en el manillar de su aparatito. Ayyyyyy... si yo te cogieraaaaa... me dijo el otro día Curro, que tenía una frutería en el barrio pero el pobre ya no está para vender bananas. Me quedé mirándolo muy seria y le dije: Curro, criaturita, si no puedes dar dos pasos sin soltar el cacharro ese, ¿cómo me vas a perrear tú a mí? Además, que una es muy casta. Es verdad que, bien pensado, y como la cuenta atrás para reunirme con mi Creador no para de avanzar, igual podía saltarme por una vez la castidad, pero es que... bah, nada. Que no es no, y punto. A mí me gustaban los requiebros de Juan Manzorro, ese sí que era un señor. Lo echo de menos más que Fernando Pérez.

stats