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Aprender a seleccionar
El Alambique
Me gustó enseñar. Nunca tuve prisa por salir de clase. Podía imaginarme cuanto lo iba a echar de menos y así ha sido. Sin embargo con la jubilación surge el milagro del tiempo libre. Si fue un privilegio enseñar, no lo es menos seguir aprendiendo. Saber buscar, entre el abanico de actividades, la más adecuada a nuestro interés.
Universidad para mayores, clases para adultos, talleres de lectura, academias donde poder aprender idiomas, dominar los pinceles, modelar... Clases de baile, teatro para aficionados, gimnasios repartidos por distintos rincones de la ciudad, piscina… vamos, que aburrirse es casi un delito. No es una excusa el precio porque es cuestión de buscar. ¿Quién me iba a decir a mí que iba a pintar en el parque o en la playa con los Skechers?
Pertenecer a un colectivo de actividades presupone algunas intenciones: sacudirse el miedo a hacer el ridículo. Enterrar la envidia de que otros lo hagan mejor. Aceptar que alguno exprese su opinión aunque no coincida del todo con la propia. Aprender con la humildad precisa del talento de los otros. Tratar de vivir sin estrés. Si la presión del sonido del timbre a cada hora disponiendo de cada momento. Aprovechar el tiempo en vez de pasarlo sentada, viendo y oyendo cómo los famosos pasan el suyo.
El lujo, repito, es el tiempo. Aprovecharlo es fundamental.
He escrito actividades en donde te instruyes, pero hay otras, de carácter solidario, en las que aprendes muchísimo más. En las que, por mucho que des, es mucho más lo que recibes. ¿Cómo se paga el que un colectivo de mayores estén oyendo lo que les lees y sonrían? ¿O que nos impliquemos en alguna ONG?
Luego está la lectura. Leo libros de autores nuevos. Me hago con otros de los que olvidé su contenido. Descubro que antes, en los tiempos del bachillerato, no me calaban tanto esos autores como ahora, con canas. Unamuno, Delibes, Baroja, Tolstoi o Coello (cuarto libro) me enredan en su escritura de otra manera. Será la perspectiva de la edad.
Aprender leyéndolos me entusiasma. Conectar con el lector es la dorada ambición de cuantos escribimos.
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