Autores y autorías

Puente de Ureña

20 de noviembre 2024 - 06:00

La noticia la encontré en La Razón el sábado por la mañana. Una nueva investigación sobre el Lazarillo de Tormes, rescataba de sus posibles autores, como definitivo autor, a Juan de Valdés y, decisivo en su atribución ha resultado el estudio de su Diálogo de la Lengua. Recordemos: El Lazarillo le ha sido atribuido a fray Juan de Ortega, a Diego Hurtado de Mendoza, a alguno de los dos hermanos Valdés (Alfonso o Juan), a Luis Vives, a Sebastián de Horozco y a Lope de Rueda que, como Lázaro, de mayor fue también pregonero de Toledo en 1538. Pero la atribución a fray Juan de Ortega, siendo el primero, es diferente a todas los demás, ya que su sospechada autoría no la hacen analistas literarios de los siglos xix y xx, sino que la confirma un hermano de su orden jerónima contemporáneo del sospechado autor,

En la edición que para Cátedra (Colección Letras Hispánicas) preparó el académico de origen vallisoletano, recientemente fallecido, Francisco Rico, dedica especial atención a fray Juan de Ortega como posible autor. Tengamos en consideración que fray Juan de Ortega en el año de la aparición del Lazarillo, en 1554, era el padre General de la Orden, lo que justificaría el anonimato, aunque lo hubiera escrito en su mocedad.

"José María Martínez Domingo catedrático de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, tras varios años impartiendo a sus alumnos sobre este prestigioso escrito, decidió analizar su procedencia y tras mucho tiempo de estudio y contrastando teorías junto con Manuel J. Asencio y Mariano Calvo puede confirmar que Juan de Valdés es el verdadero autor de esta obra tan enigmática". En su El Diálogo de la Lengua, el autor toma de la traducción de la Consolación de la Filosofía de Boecio tres grupos de palabras y referencias que plasma en el Lazarillo. En primer lugar los relacionados con el "caso", en segundo los relacionados con "los buenos" y por último los vocablos que adopta para el título, referente a las "fortunas y adversidades", expresión que Valdés copia casi literalmente de Boecio… Una singularidad que no añade nuevos nombres sino que rescatan a uno de los viejos.

Ya metido en picaresca y en el siglo de oro, acabo de hallar un texto que parece isleño, y que le brindo con toda la admiración y el cariño a mi escritor y amigo Enrique Montiel. El libro se títula: El hombre que se volvió loco leyendo el Quijote. Su autor: Salvador García Jiménez, un escritor y profesor murciano, nacido en 1944, que durante más de tres décadas impartió clases de literatura de bachillerato en España. Este libro fue publicado en 1996, en Barcelona, por la Editorial Ariel, y lleva por significativo, provocador y estimulante subtítulo "Para acabar con la enseñanza de la Literatura". En varios de sus inteligentes y divertidos capítulos encontramos la referencia a un español, don Pedro Montiel Reverte (alias don Pedro el de la Caballa) que, al igual que le sucedió a Alonso Quijano con la lectura de libros de caballerías, aquél se volvió loco leyendo el Quijote, y montado en su yegua, a la cual puso por nombre Caballa (creyendo así realzarla como don Quijote a Rocinante), le dio por hablar en verso con estrofas que, según él, habían sido compuestas por el Caballero Poeta de la Triste Figura.

Ya lo tenemos, Montiel y caballas en la Casería en el Bartolo, personaje inventado con singular locura y con adarga. Si Alonso Quijano aún cabalgara, ya hubiera dado contra ellos en las escuelas y las universidades, como bien lo merecen dichos necios y estaría soñando en Gallineras. Que la pobre jaca también tenía derechos.

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