Enrique Montiel
Esa música
Por fin llegaron las elecciones autonómicas a Cataluña y el resultado no ha sido del gusto de todo, como suele ocurrir en este tipo de cosas. El PSC de Salvador Illa sube nueve escaños y resulta ser el partido más votado, lo que es un gran resultado, especialmente cuando Junts+ obtiene siete escaños menos que los socialistas, pese a subir tres. Puigdemont, rodeado de imputados y excarcelados, manifiesta que su partido es el primero de la oposición, dando a entender que no habrá coalición ni propiciará nada. ¿Nos lo creemos
El ERC de Pere Aragonés se ha pegado un importante batacazo, perdiendo trece escaños que duele mucho más cuando ven que Vox sube en votos y se mantiene en escaños y que el PP de Alejandro Fernández obtiene quince diputados, subiendo doce escaños. Ciudadanos, con aproximadamente veinte mil votantes, se ve abocado al armisticio y la desintegración. Carrizosa llegó hasta el final, pero la pesadilla ha finalizado ya.
Luego están los integrantes de la extrema izquierda, Comuns y la CUP, que han perdido escaños en ambos casos. El riesgo con el que se encuentran es la irrelevancia. Van a tener que sudar tinta los de Illa para formar un tripartito de izquierda, porque al margen de indultos, amnistías y demás estrategias independentistas, los de ERC le apretarán donde más le duele al PSC: en la cartera. O sea, en los impuestos.
El ex ministro de Sanidad que bregó con la crisis del Covid tiene varias opciones para gobernar y no tener que repetir elecciones. Pactar con Junts+ se antoja más complicado que imposible. El objetivo parece ser ERC, pero Illa tendrá que negociar con Junqueras, dada la irrelevancia en la que se ha sumido Aragonés. Y luego, los escaños que faltan, costará su peso en oro. Metal preciado que pagaremos el resto de los españoles, me temo.
Con las elecciones europeas a la vuelta de la esquina, habrá que seguir de cerca las negociaciones del parlamento catalán, no por nada, sino porque afectarán al resto de las comunidades autónomas de España. Lo que preocupa bastante a muchos ciudadanos entre los que me incluyo, porque esto no va ya de políticas de derechas o de izquierdas, conservadoras o liberales, sociales o capitalistas. Va de la unidad del país, del reparto de los presupuestos generales del Estado, y de superar una época crítica en la que varios aprovechados se han envuelto en la bandera del independentismo secesionista para, quizás, huir hacia delante en otras cuestiones de las que no quiero acordarme.
Hay un millón y medio de catalanes que han votado a partidos no independentistas, y eso debe darnos que pensar, pero sobre todo a Salvador Illa y al presidente del Gobierno. Seguir hablando de concordia y de convivencia es una opción, pero no se la cree nadie. Y el que menos Puigdemont, que parecer querer repetir elecciones y volver a presentarse en una coalición aglutinadora de indultados y amnistiados del independentismo catalanista.
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