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Las decisiones económicas de una nación no solo afectan su propia estabilidad, sino que también repercuten en la del resto de países. Las políticas de Donald Trump, especialmente en cuanto a los aranceles, pueden generar efectos que aún no son fáciles de predecir, pueden ser incluso piedras que se tire a su tejado. Ya advirtió Keynes que “El problema con las guerras económicas es que no hay vencedores, solo perdedores en distinto grado.” Las políticas monetarias de EEUU y Europa han estado esta semana, y seguirán estando, fuertemente condicionadas por estas posibles actuaciones.
Este miércoles, la Reserva Federal mantuvo los tipos de interés entre 4,25%-4,50%. La incertidumbre generada por el cambio de gobierno, junto con los sólidos datos macroeconómicos y la fortaleza del mercado laboral justificaban esta decisión. “No hay prisa por reducir los tipos”, dijo Jerome Powell, y ante las amenazas de Trump se pronunció: “Seguiremos haciendo lo que hacemos”. Y es que la inflación sigue siendo allí un problema que no está totalmente resuelto.
Por su parte, el BCE redujo ayer los tipos de interés otro 0,25%, situando la tasa de depósito en el 2,75%. A pesar de que la inflación en la eurozona aumentó al 2,4% en diciembre, Christine Lagarde, se mostró optimista: “Estamos seguros de que la inflación alcanzará su objetivo en el transcurso de este año”. Aunque siguen existiendo factores que podrían alterarla al alza, el mayor problema de Europa es el anémico crecimiento.
Las políticas divergentes de la FED y el BCE, por tanto, reflejan las diferencias estructurales que existen actualmente entre ambas economías. También las previsiones para la política monetaria son diferentes. Tras cuatro recortes de tipos en la Eurozona durante 2024, se anticipan otros cuatro en 2025. En contraste, la FED podría implementar solo dos recortes este año.
Pero todo depende de los posibles aranceles y sus efectos, allí y en Europa. Trump ha impuesto aranceles a Canadá, México y China, pero aún no a la UE pese a sus amenazas –“La UE nos trata muy, muy mal”–. Lagarde ha minimizado su impacto inflacionario, pero reconoce que pueden afectar al crecimiento. En EEUU, Trump busca reforzar la manufactura estadounidense, pero como la economía opera a plena capacidad, la producción no podría absorber la reducción de importaciones, se encarecerán los bienes importados, y, por ende, conducirían a una presión inflacionaria adicional.
Los aranceles impactarían en Europa donde más le duele: el crecimiento. Y en EEUU, con una economía al rojo vivo, impactarían provocando mayores dificultades para dominar la inflación. En este sentido, las políticas monetarias divergirían aún más, con mayor tendencia a la baja de tipos en Europa y mantenimiento en EEUU. Posiblemente, Trump se lo piense dos veces.
Pese a su importancia, el desafío para Europa va más allá de la política monetaria. La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, ha insistido en la necesidad de fortalecer el mercado interno: “Hay que ser fuertes en casa, sin ser proteccionistas, pero asegurándonos de que las transacciones, el ahorro y la inversión se realizan dentro de Europa”. La historia demuestra que los grandes imperios caen no por las amenazas externas, sino por la falta de cohesión interna.
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