Benditos escritores

El Alambique

14 de diciembre 2024 - 07:00

—No. Si es que aquí levantas una piedra y sale un escritor, me dice.

Y pienso que nada mejor que un escritor puede forjarse en esta tierra. Supone seres pensantes, que lo son porque han sabido mirar alrededor y sobre todo beber lecturas de otros autores y hasta de imaginarse otras vidas.

Doy un salto atrás en el tiempo, que no en lo actual de sus pensamientos, con un libro increíble, Los discursos de Miguel Delibes. Naturaleza, literatura y vida, de Ana María Martínez, y entre sus páginas encuentro: “…novelista es aquel que mentalmente sabe crearse una vida distinta a la vivida.; convertir al memorialista en visionario”. Para llegar a serlo es imprescindible leer.

Será por eso que Irene Vallejo nos escribe en Manifiesto por la lectura que “leer nunca ha sido una actividad solitaria, ni siquiera cuando la practicamos en la intimidad de nuestro hogar. Es un acto colectivo que nos avecina a otras mentes…”

Leer nos conecta a otras vidas, a distintas situaciones y maneras de vivir, a otras épocas. Y el resultado, si perdemos el miedo, es tomar el lápiz y escribir de lo que se nos ocurra: de lo que sentimos cuando nos reunimos en Navidad. De acontecimientos que queremos que nuestros pequeños recuerden. De la añoranza. De sus miradas ante las luces preciosas de nuestra ciudad.

Ojalá leyéramos más y dejásemos escritos con esos asuntos sencillos que nos importan.

Debajo de las piedras, ¡eh!

—Será cosa de “de la salada claridad”, como decía Manuel Machado al referirse a Cádiz. O de “los esteros, rezumando azul de mar”, como nos escribió nuestro poeta Rafael.

Tuve que darle por respuesta: Es que escribir se acaba haciendo necesidad. Sobre todo cuando asumes que de verdad, lo que importa es abrir el corazón y ser capaz de desgranar lo que nos aprisiona por dentro. Otra cosa será que esperes recompensas distintas a ser leída, al ya, de por sí, privilegio de escribir.

En una preciosa Antología Poética de Rosario Guardiola encontré unos versos de Juan Bernal: No me quitéis mi rosa. Jamás abriré mi mano. No dispongo de otra cosa. ¡No quiero escribir en vano!

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